Aquí tenemos una historia sencillísima cuya mayor virtud radica en las sobresalientes interpretaciones por parte de todo su elenco actoral. Dicha historia nos presenta a una familia que se ve afectada por el regreso inesperado y repentino del marido y padre, el cual llevaba muchos años ingresado en un centro debido a delirios mentales provocados por la guerra. Su llegada ocasiona una serie de revuelos que pondrán a prueba tanto a él mismo como a su mujer e hija. Siendo de 1932, es una producción que se encomienda a la fuerza sentimental que desprenden los personajes que aparecen en pantalla. Y lo cierto es que le funciona porque el espectador siente en todo momento las emociones de las personas, y resulta muy sencillo ponerse en la piel de estas. Así que llegamos a sufrir por ellas. Es complicado quedarse con un solo actor o actriz, ya que absolutamente todos están muy convincentes en sus respectivos papeles. El filme es muy corto, pues su trama no da para muchos minutos. Si nos damos cuenta, todo cuanto sucede lo hace en la casa de la familia Fairfield. Algo que ayuda a la hora de meterse de lleno en la película, en mi opinión, claro está. En líneas generales se trata de un emotivo, aunque limitado drama familiar de los de toda la vida.