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Voto de José Manuel León Meliá:
6
Drama Una joven universitaria que trabaja como doble en escenas de acción de series de televisión y películas se ve constantemente expuesta a situaciones muy peligrosas. A primera vista podría parecer que se trata de una persona que se siente atraída por el peligro pero, en realidad, se trata de una forma de sublimar la horrible sensación de culpa que le causa el sentirse responsable del trágico destino de su pareja. Su profesor de ... [+]
21 de julio de 2016
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
No voy a descubrir a estas alturas la talla como cineasta de Giuseppe Tornatore. Su nombre, indefectiblemente, se asocia, se quiera o no, a uno de los grandes hitos de la Historia del Cine, “Cinema Paradiso”, la entrañable y emotiva historia de fascinación y descubrimiento de un niño embelesado por el poder de las imágenes del cinematógrafo y seducido por la imperial y humana lección de sencillez y honestidad otorgada por un proyeccionista de cine. Philipe Noiret estaba inmenso. Pletórico. Se comía la pantalla y devoraba a su personaje. Lo que transmitía era pureza y espiritualidad, en tiempos complicados, rugosos y feos, que gracias a la magia del cine, sobre todo norteamericano, y la amistad (a modo de padre) entre el adulto y el chaval, conquistó, por qué no decirlo, el corazón de muchos espectadores. De la misma manera, y salvando las distancias, que en 1972, el añorado y tristemente desaparecido prematuramente, François Truffaut, nos regalara, pese a su propensión al nostálgico y edulcorado anecdotismo de un rodaje de un filme en la estupenda, “La noche americana”, “Cinema Paradiso”, fue, en un tono poético y gracioso, un vivaz y melancólico homenaje a la vida y a las películas, siendo las cintas las que ayudaban, y de qué manera, a soportar y trasegar los rigores impuestos por una vida canalla y amarga que Tornatore quiso verla y ofrecérnosla sin las negruras groseras de la tragedia y el desaliento.
Ahora, tras el grato y, a la vez, sibilino, recuerdo que me dejó su anterior producción, “La mejor oferta”, con un anticuario/tasador, talludito, interpretado por perspicaz tono decadente por ese pedazo de actor que es, Geoffrey Rush, que se enfrentaba, como en tantos otros filmes de Giuseppe Tornatore, a un venenoso encantamiento por parte de la misteriosa, Sylvia Hoeks, llega a la pantalla grande su último trabajo, “La correspondencia”, envuelto también, como no podía se de otra manera, no sólo por un halo de romanticismo a la vieja usanza, sino que vuelve a dibujar a una pareja de amantes cuyas edades recuperan el eslogan “otoñal”.
Olga Kyrilenko, que, por cierto, está guapa, bella y sexy, además de atormentada, interpreta a Amy, una joven alegre y feliz, estudiante en la universidad, que en sus ratos libres actúa como especialista de escenas de acción en las filmaciones de películas. Está unida sentimentalmente a Ed, un fuera de serie, Jeremy Irons, profesor de astrofísica en la universidad, erudito, enamorado de las estrellas del firmamento y loco de amor por Amy. Forman una pareja atractiva y con mucho encanto. El carisma de Ed y su elevada cultura cautivan a una mujer deseosa de aprender y amar. Nada entre ellos se interpone. En la primera secuencia, que sucede en un hotel, les vemos arrullados, dichosos y ufanos. Se despiden con la promesa de volver a verse en cuanto Ed cumpla con sus compromisos de agendas.
Pero Ed fallece. Estaba enfermo. Amy se hunde y se muestra desconsolada y aturdida por el acontecimiento inesperado. Se queda, en un sentido figurado, muerta/matada. Podría pensarse que a los 10 minutos de inicio del metraje la película se ha terminado. Pues no. Todo lo contrario. Resucita, no el personaje de Ed,indudablemente, sino el misterio y la intriga. ¿Por qué? Muy sencillo. Ed, un tipo cabal, inteligente, ha organizado, aprovechándose de las nuevas tecnologías en mensajes y redes sociales y con la participación de otras personas (repartidores, abogados, albaceas, etcétera), una serie de avisos, comunicaciones, fraguadas de tal modo, que Amy, aparte de alarmada, a la vez que inquieta, comienza a recibir esos “recados” como si sintiera la presencia de Ed, como si no hubiera desaparecido.
Los mensajes, a los que alude el título del largometraje, “la correspondencia”, activan, como si de una gincana se tratara, o una especie de juego de pruebas que hay que completar sin fallo alguno para recibir el premio final, que mueven, con bastante emoción, al principio, contenida, luego, fascinada, a Amy, por varios lugares. Del corazón roto y el destrozo emocional, muy bien matizado por Olga Kyrilenko (vuelvo a repetir, está inconmensurable), se pasa a una curiosa y sorprendente “road movie” sentimental que va completando una especie de “testamento” o “últimas voluntades” de Ed (pese a estar fallecido, lo vemos a través de las pantallas del ordenador, sus memos en el móvil) que conducen a Amy a experimental sensaciones un tanto contradictorias (visita a su madre con la que no se lleva bien; se ve con la primera esposa de Ed y su hijo) que hacen que el filme, más allá de las alusiones a las estrellas y a la galaxia (el punto intelectual y científico de la película), tenga una propuesta de suspense. Que avanzamos y acompañamos a Amy de un lado a otro. Incluso se puede sufrir cuando Amy no acierta con el número de veces que debe pulsar determinada palabra en el Iphone. En fin; lo que pude parece una cursilada o ñoñería quiero que tiene mimbres más sólidos y bonitos para considerar “La correspondencia” como un filme curioso y elaborado, para nada baladí y efímero. Tiene algunos elementos o incursiones para descarrilar y convertirse en un paseo por el amor y la muerte artificioso. Pero no es así. Es una película que te enamora porque los personajes están verdaderamente enamorados.
José Manuel León Meliá
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