En todas sus biografías se resalta lo incómoda que se sintió Ava Gardner rodando esta adaptación de un musical con solo dos canciones (en la que la doblaron), argumento estúpido y realización más simple todavía. Ella sabía que merecía mucho más... y corrió hacia ello. Mientras el éxito llegaba, tuvo que intervenir en esta modesta película de la Universal en la que encarna a una diosa que se transforma de estatua en mujer para asombro de un imbécil del que se enamora. Porque ahí radica el principal problema: ver a Ava Gardner casi frotándose con Robert Walker mientras que él tartamudea y corre puede hacer gritar a cualquiera. No, ella, (y Eve Arden, mucho más tarde directora del instituto de 'Grease') se merecía más, mucho más.