Espectacular película de acción, dotada de una violencia visual y una crudeza pocas veces igualada: las escenas en las que se acuchilla a los rivales resultan terriblemente explícitas y la sangre inunda la pantalla cada vez que se desenfundan las espadas.

También los diálogos están bien tejidos, y permiten apreciar a un héroe nihilista, que no cree en la bondad de los hombres, sino en la verdad de sus propios dictados; que no se arrodilla ante su Dios, sino que le reclama aquello que cree que es justo, despreciándolo si no lo obtiene; y que abraza unos valores (odio por los débiles, desprecio por la vida, ansias de venganza...) más propios de un anti-héroe que de una persona a la que pueda tomarse como un referente moral o social.

En el apartado interpretativo hay que aceptar que los secundarios se conducen de forma acertada, mientras que Schwarzenegger resulta convincente sólo cuando debe explotar el vigor de sus músculos... a la hora de transmitir emociones con su rostro, afloran sus limitaciones (corregidas, en parte, con el paso de los años). De hecho, llegó a estar convocado en los premios Razzie de 1982, como Peor Actor Principal.

Uno de los elementos que más me gustan de la película es su espectacular Banda Sonora, que resulta absolutamente épica: Basil Poledouris supo crear una atmósfera mágica, irrepetible, en cada una de las escenas en las que suenan los acordes de las notas que escribió. Admito que soy incapaz de comprender los motivos que determinaron que ni siquiera se la nominara en los Oscar de 1982... aún hoy, transmite una fuerza arrolladora.