Hay películas arriesgadas que se mueven al borde del precipicio pero salen airosas de manera deslumbrante. Esta es una de ellas. El planteamiento lo tenía complicado a la hora de ser tomada siquiera en serio, pero es más drama que comedia, más realidad que fantasía, y todo contribuye al éxito de esta modesta pero gran película: los actores, el guion, la puesta en escena, todo hace que sea una pequeña joya que atraerá a los buscadores de frikismo barato o pasará desapercibida por los amantes del buen cine, por desgracia.

Ryan Gosling está sencillamente perfecto en su papel: entrañable, comedido, natural, en definitiva, brillante. A destacar también su cuñada. Y no valoro al maniquí porque quedaría raro, pero hasta la forma de ubicarla en cada escena es la adecuada.

Es de esas películas para ver más de una vez y saborearla como se merece. Pura humanidad sin ñoñería. Más que notable.