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España España · Badajoz
Voto de Weis:
7
Drama Un matrimonio con tres hijos vive en una mansión en las afueras de una ciudad. Los chicos, que nunca han salido de casa, son educados según los métodos que sus padres juzgan más apropiados y sin recibir ninguna influencia del exterior. Creen que los aviones son juguetes o que el mar es un tipo de silla forrada de cuero. La única persona que puede entrar en la casa es Christine, guardia de seguridad en la fábrica del padre. (FILMAFFINITY) [+]
5 de febrero de 2013
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de comenzar el análisis de esta película, mencionaré un pequeño fragmento de especial calado filosófico en ambientes y centros de estudios:

"Los hombres se encontraban encadenados en una caverna, mirando las sombras proyectadas de las cosas en la pared de la cueva, incapaces de volver la vista para ver la realidad. Del mismo modo nos encontramos en este mundo mirando las sombras de las ideas, incapaces de dirigirnos directamente a las ideas prescindiendo de todo lo percibido por los sentidos".

Este fragmento extraído del Libro VII en La República de Platón es la génesis y culminación de las ideas percibidas a través del cine de Lanthimos. Lo que hace que sus películas resulten tan sugerentes es su capacidad de convertir su relato en espejos que devuelven imágenes de nosotros mismos, que bien podríamos ser como esos prisioneros que retrata, que todo cuanto tomamos como realidad podría no ser más que sombras, una mera apariencia. Si todo cuanto sucede en nuestra experiencia ordinaria fuera realmente una ilusión, no tendríamos ni idea de que estamos siendo sistemáticamente engañados.
Para Platón, la ignorancia es una forma de esclavitud. Solo el espíritu crítico podrá liberarnos de semejante manipulación. En cierta medida podemos llegar a ser los prisioneros de Platón, controlados por otros porque aceptamos las imágenes que se nos presentan como reales. La falta de espíritu crítico nos impide demasiadas veces captar la realidad de nuestras circunstancias, y esto justamente es lo que les ocurre a los tres hermanos de “Canino”, los cuales conviven en una especie de burbuja ilusoria en la que el entorno no les proporciona inhibiciones, cuestionamientos ni introspecciones de ningún tipo. Desconocen la compasión, la piedad, la envidia, la maldad, la vergüenza, el odio y otros sentimientos que conlleven un conflicto orgánico primario. Toda emoción que inflinja la perpetua ignorancia social es exterminada por los padres, los cuales han creado para sus hijos un lenguaje que contradice, en nuestra vida real, los principios evolutivos asumidos por este durante nuestro proceso vital de aprendizaje.

Es un cine incómodo y arriesgado porque rompe sistemáticamente con muchas convenciones éticas y sociales aceptadas. Se intenta mejorar la capacidad de convivencia del ser humano mediante la reducción del papel predominante de los instintos, lo cual se constituye como un arma de doble filo, ya que también podríamos comprobar una ausencia de la libertad y la capacidad de elección del hombre.
Al mismo tiempo es una crítica a los despotismos, ya que los integrantes de ‘Canino’ no se sienten para nada tiranizados ni esclavizados sino que ya han asimilado su situación, y se reflexiona sobre las virtudes y pecados que se derivan de cualquier autoridad o educación. Los jóvenes comienzan a adquirir conciencia de esos estímulos que desarrollan y buscan reforzarlos. Por otro lado, surge el concepto de propiedad y deseo, lo que desencadena en ellos la práctica del trueque mediante un acuerdo de estímulos. En su caso, intercambian un objeto material por lametones en diversas zonas erógenas del cuerpo (entiéndase la exclusión del componente sexual del placer, el cual desconocen racionalmente).

Canino es, también, una película sobre las paredes de nuestra conciencia, que limitan la manera en la que vemos el mundo. Paredes de una casa que excluyen el resto de la civilización. Paredes que ocultan y anidan en sus habitantes un significado esotérico de un exterior que no pueden comprender. Las referencias a la propuesta novelesca “Walden Dos” de Skinner son inevitables.

Esta película obtiene referencias directas de la obra del mexicano Arturo Ripstein “El castillo de la pureza”, donde también se nos presenta una situación en la que el patriarca mantiene encerrados en casa a su mujer y sus hijos sin posibilidad de contacto y conocimiento exterior, pero ese frágil equilibrio emocional penderá de un hilo cuando los jóvenes comiencen a madurar y explorar entre ellos su adolescencia.
Si bien Ripstein marcaba con “El castillo de la pureza” la iniciación de lo germinal, el griego aprovecha una nueva coyuntura cinematográfica donde la búsqueda de rareza subversiva obtiene como consecuencia la sonrisa lo absurdo. En Canino yacen varios de esos retazos bajo la inusual puesta en escena minimalista tan típica últimamente en el cine europeo. Distopías aparte, aparece y subyace un componente metafórico de misterio en todo lo que rodea a los protagonistas, para dirigir y manipular a conveniencia a un pueblo sumiso como relevo generacional de una sociedad decadente en sus estructuras, que marca un sendero inhóspitamente surreal.

La gelidez expositiva de Lanthimos comuna en frialdad hanekiana con golpes violentos de efecto choque-contrachoque, y reafirma su causticidad a través de la sumisión de esos humanos siniestros y la perversa antropología de su propuesta.
El resultado de este viaje al fondo más profundo y radical del comportamiento humano pasa por conjugar una precisión cerebral de ecos fatalistas con una arrebatada entropía que justifica la consabida fama de suficiencia intelectual que se lleva gestando en el cine europeo desde hace unos cuantos años.
Weis
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