Woody Allen recurre nuevamente a sus temas preferidos con sus habituales charlas sobre los judíos, la vida, la muerte, el sexo y, por supuesto, el psicoanálisis. No está al nivel de las obras maestras que otrora filmara el genio neoyorquino, pero teniendo en cuenta que la calidad de sus películas en los últimos tiempos no ha hecho sino declinar (aunque la crítica europea se resista a decir una mala palabra sobre el realizador), se podría decir que estamos ante una buena y muy entretenida película.

Los intérpretes están todos muy bien, mención especial para el protagonista Jason Biggs (a mí me sorprendió gratamente), que bien podría aspirar a hacer de Allen cuando éste se canse de aparecer en sus películas (yo diría que ya se ha cansado), y para la atractiva Christina Ricci, que nos refresca la vista con unos agradables planos en paños menores. En este último caso la interpretación no es como para tirar cohetes pero se podría decir que da la talla (a pesar de su corta estatura).

En definitiva, una buena comedia que no defraudará a los seguidores de Allen (sus detractores lo seguirán viendo igual de aburrido que siempre). Para pasar el rato, como todo lo demás...