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Voto de Carlos Armando Herrera:
9
Drama Todos los días Beatriz es víctima de insultos, vejaciones y humillaciones por parte de su celoso esposo, pero no huye de su lado porque han creado una codependencia y, al menos ella, no concebiría su vida de otra manera. La mujer, a fuerza de sentirse vejada, se siente deseada y sobre todo deseable. Quiere comprobarlo. Por ello una noche sale de casa sin rumbo alguno con un solo propósito: sexo. Su regreso a casa desata la hecatombe.
25 de noviembre de 2019
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ripstein, el retratista de los claroscuros de la pasión, la mexicana, la nuestra. Una pasión erótica y retorcida, patética y conmovedora. El diablo entre las piernas (título de precisión milimétrica), encuadra a la lujuria como un vehículo fatal, imperecedero, de aristas y texturas imperfectas, amoratadas, exangues, con todo el peso de la gravedad y el desgaste de los años mal vividos: la de dos viejos, unidos por el vínculo del odio, los celos, las memorias dolientes de un pasado de engaños y cuerpos ajenos al binomio sagrado de un matrimonio de hiel. De estética nauseabunda, blanco y negro, planos fijos y monólogos mordaces, acumulados los fotogramas de cachivaches, suelos de tierra y senderos de concreto con muros tatuados de gratifis y carteles de tipografía popular; cuerpos obesos, colgados del vientre, palabras sucias de amor prodigado con odio y desprecio. La retahíla de un esposo fetichista, enfermo de celotipia (Alejandro Suárez), una meretriz de antaño, castigada por la reiteración de su pasado (Silvia Pasquel) y la amante fiel, resignada a su papel secundario en el sórdido vínculo de dos viejos que se aman con desprecio (Patria Reyes Espíndola), triángulo amoroso al ritmo del tango y las bursitis, la señora de una estética sin clientes. El diablo entre las piernas, filme orgullosamente mexicano (este sí), que se siente propio, dolorosamente propio y universal. Ripstein consagrado, una vez más, como el retratista del amor nauseoso
Carlos Armando Herrera
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