Al final, cuando Wyatt se despide de Clementine, ocurre algo asombroso. El afecto entre ambos, velado por la timidez, es entrañable, pero lo que emociona de verdad en este momento es la promesa que hacen de volverse a ver, porque tiene la felicidad inabarcable de las promesas que no dudamos de que se cumplirán. Es una vía tan sabia, sutil e incontestable de concluir un relato, que siento cierta culpabilidad al no amar toda la película con tanto fervor. No quiere decir esto que no la disfrute. 'Pasión de los fuertes' es puro western, una de las invenciones más intransferibles del séptimo Arte. Los caballos galopan como el rayo, los whiskies se beben sin toser, los malhechores lo son sólo por su manera de estar, y el blanco y negro no impide sentir tan azul el cielo de Arizona...

Tiene todo lo que puede caracterizar al western, y es precisamente la fuerza del arquetipo, tan riguroso y categórico, lo que me hace distanciarme de ella, admirar las imágenes sin sentir que lo que ocurre sea más que un pretexto para hacer magia. Expresado en una idea: qué historia tan maravillosamente elíptica la de Doc Holliday, para cualquier otro actor que no sintiese tan desubicado como Victor Mature, para otra película donde la verdadera chispa no recayese en ver a Henry Fonda siendo afeitado, o mantener el equilibrio sobre una silla.

Una gran película, pero lamento no poder mentirme un poco más.

Gracias.