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España España · Málaga
Voto de Nuño:
5
Thriller. Acción. Romance El joven y solitario Clarence (Christian Slater) celebra su cumpleaños como de costumbre, viendo películas de kung-fu en un destartalado cine de Detroit. Estando en la sala conoce a Alabama (Patricia Arquette), una rubia explosiva con la que tiene una noche de pasión. Ella, en realidad, es una prostituta pagada por el mejor amigo de Clarence como regalo de cumpleaños. A pesar de ello, Clarence decide alejarla de la prostitución, pero ... [+]
11 de enero de 2023
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 'True romance' no veo "verdadero romance" alguno, ni nada que se asemeje a una historia de amor.

La película es, para mí, la puesta en imágenes de una doble fantasía cinéfilo-adolescente de Tarantino.

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A Quentin no es difícil imaginarle, en su juventud temprana y no tan temprana, consumiendo de manera inmisericorde carne cinematográfica de toda textura y tendón. Un incansable ratón de videoclub, cómodo entre los tiroteos de Fuller o de algún spaghetti-western rodado en Tabernas, a gusto junto a los antropófagos de Lenzi o Deodato, vagando por el Harleem de una blaxploitation de perfil bajo o absorto ante los seiken que se intercambian dos actores especialistas en karate.

Es decir, a gusto en un mundo marciano hecho de todo aquello que haría que cualquier chica se esfumase de su lado en la barra de un bar, ya sea la prostituta de 'Sin perdón'.

Entonces, en el obligado celibato que conlleva su irremisible extravagancia y sus gustos de bicho raro, inventa a Alabama. Una chica voluptuosa, todo tacón, risa y escote; "mojada, jabonosa y resbaladiza", tan vulgar como él, tan sexual como cualquier sueño loco, experimentada pero voluntariosamente monógama y, sobre todo, dispuesta a escuchar con entrega y embeleso sus peroratas sobre Sonny Chiba y el kung-fu. Alabama se le aparece por primera vez, cómo no, en la oscuridad de una sala de cine.

Así pues, un siempre discreto Christian Slater interpreta a Clarence, que es más o menos la visión que el joven Quentin quería tener de sí mismo, pasado por el filtro de la cinefilia. Y, ahora, no sólo anda follisqueando con una rubia despampanante allá en la cabina de teléfono en la que les visite el arrebato, sino que también se convierte en el chico listo y avispado de la película, el que le roba la droga a los malos y siempre va un paso por delante de todos los hampones. Slater-Clarence-Quentin se pasea entre una plétora de rotundas presencias cinematográficas, como son Dennis Hopper, Victor Argo, Christopher Walken, Tom Sizemore, Gary Oldman o James Gandolfini con la seguridad de Charles Bronson.

¡Hasta el propio Elvis le dice cuánto mola!

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Tony Scott fue firme valedor del "videoclipismo" en el cine de los 90, sentando cátedra en 'Asesinos natos'. La escena en que Clarence y Alabama follan por primera vez bien podría reutilizarse para promocionar un perfume de Cacharel: tiene el aspecto de un anuncio o de un vídeo musical. Un material literario tan personal seguramente hubiese sido manejado de forma más genuina si la autoría audiovisual hubiese recaído en el propio Quentin, quien, leo, consideró que Scott había "destrozado" su guion. No le falta algo de razón. Para más inri, Tarantino en aquellos tiempos estaba en su pico creativo.

No obstante, creo que el guion tampoco es tan interesante. Los "highlights" no dejan de ser ocurrencias de una irreverencia algo infantil, como el cuento de los sicilianos y los genes beréberes (si hoy alguna Universidad británica o estadounidense pone su lupa retro-censora sobre esta escena, bien podrían procurar barrer la película de la faz de la Tierra) o escenas como la de la escucha con Saul Rubinek, cuya tensión está mal resuelta, por involuntariamente cómica, y que acaba casi pareciendo una parodia de 'Atraco perfecto'. Hay un Tarantino aquí, pero a medio hacer.

En general, la veo como una divertida pero superficial invención juguetona en forma de thriller, obra de un cinéfago consumado que hubiese dado lo que fuera por ver la trilogía del dólar de un tirón, junto a una Alabama que escuchase con delectación sus observaciones mientras le hurga en la bragueta y frente a un Lee Van Cleef que jamás hubiese osado a retarle a un duelo de revólveres.

Gracias.
Nuño
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