US 
Canadá 
México 
España 
UK 
Irlanda 
Australia 
Argentina 
Chile 
Colombia 
Uruguay 
Paraguay 
Perú 
Ecuador 
Venezuela 
Costa Rica 
Honduras 
Guatemala 
Bolivia 
Rep. Dominicana
Voto de Nuño:
32.652
Drama
Con sólo catorce años, Antoine Doinel se ve obligado no sólo a ser testigo de los problemas conyugales de sus padres, sino también a soportar las exigencias de un severo profesor. Un día, asustado porque no ha cumplido un castigo impuesto por el maestro, decide hacer novillos con su amigo René. Inesperadamente, ve a su madre en compañía de otro hombre; la culpa y el miedo lo arrastran a una serie de mentiras que poco a poco van calando ... [+]
30 de octubre de 2013
22 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los niños, no entienden el prejuicio: superan en tolerancia al adulto.
Los niños, se ven obligados a imaginar: son más creativos que el adulto.
Los niños, vírgenes ante el dolor: sonríen con más sinceridad que el adulto.
Los niños, no saben nada y preguntan: asumen la ignorancia que no asume el adulto.
Los niños, aceptan que deben aprender: humilde incentivo que no se concede el adulto.
Los adultos, nos cuesta admitir nuestra liviandad: cuando niños no éramos tan arrogantes.
Los adultos, demasiado ocupados en estar ocupados: hemos perdido la libertad del niño.
Los adultos, no asimilamos que no sabemos, agarrados a una necedad a la que no se agarra el niño.
Los adultos, buscamos motivo para el perdón: nos amparamos en un orgullo que no busca el niño.
Los adultos, creemos saberlo todo: por ello, somos más inútiles que un niño.
Cuando los niños nos releven; se darán de bruces con el triste hecho de que el trigo que les legamos está ya podrido, y que ni siquiera nos molestamos en retirarlo y sembrar de nuevo. Algunos, como Doinel, han tenido la mala suerte de haberse dado cuenta ya. Por eso, se rebela ante la injusticia; pero nadie le hace caso. ¿Acaso puede tener razón alguien que no es más tolerante, sabio, humilde, creativo, ni sincero que un adulto?
Por fortuna, mientras son niños, nos superan en fuerza. Los niños soportan los golpes mejor que los adultos. Yo me hubiera derrumbado al tercero. Tú, quizás al décimo. Antoine Doinel soportó 400.
Gracias.
Los niños, se ven obligados a imaginar: son más creativos que el adulto.
Los niños, vírgenes ante el dolor: sonríen con más sinceridad que el adulto.
Los niños, no saben nada y preguntan: asumen la ignorancia que no asume el adulto.
Los niños, aceptan que deben aprender: humilde incentivo que no se concede el adulto.
Los adultos, nos cuesta admitir nuestra liviandad: cuando niños no éramos tan arrogantes.
Los adultos, demasiado ocupados en estar ocupados: hemos perdido la libertad del niño.
Los adultos, no asimilamos que no sabemos, agarrados a una necedad a la que no se agarra el niño.
Los adultos, buscamos motivo para el perdón: nos amparamos en un orgullo que no busca el niño.
Los adultos, creemos saberlo todo: por ello, somos más inútiles que un niño.
Cuando los niños nos releven; se darán de bruces con el triste hecho de que el trigo que les legamos está ya podrido, y que ni siquiera nos molestamos en retirarlo y sembrar de nuevo. Algunos, como Doinel, han tenido la mala suerte de haberse dado cuenta ya. Por eso, se rebela ante la injusticia; pero nadie le hace caso. ¿Acaso puede tener razón alguien que no es más tolerante, sabio, humilde, creativo, ni sincero que un adulto?
Por fortuna, mientras son niños, nos superan en fuerza. Los niños soportan los golpes mejor que los adultos. Yo me hubiera derrumbado al tercero. Tú, quizás al décimo. Antoine Doinel soportó 400.
Gracias.
