Jancsó, en 'Los desesperados' tanto como en 'Los blancos y los rojos', consigue un escalofriante retrato de la muerte unida al sinsentido; vulgarizada y reducida a pie de página de una historia política.

1.

Jancsó consigue reflejar el claustro, la asfixia y la reclusión en límpidos espacios abiertos, donde el blanco gobierna y el cielo ilumina.

Uno observa las huidas de los presos, empequeñecidos cada vez más en la inmensidad de las llanuras panónicas, como la del infeliz precipitándose a las fauces de un lobo.

2.

"Os colgaría a ambos; pero sólo ahorcaré a uno. Un hombre por un hombre. Elijan".

Esta gélida sentencia subraya el carácter numérico del drama de la guerra. El personaje interpretado por János Görbe, lo más cercano a un "protagonista" en términos de narrativa clásica que tiene esta película, vaga por los escenarios rezando por encontrar a alguien que haya matado "a menos de 7" para, así, salvarse él. Además, la delación como último recurso, cuando los ideales quedan enfrente de la ejecución.

A fin de cuentas, ¿no somos un número limitado, sobre la faz de la Tierra?, ¿y cuántos fuimos, hace 5.000 años, en qué lugares ya deshabitados de la vasta Europa?

3.

La cámara, en Jancsó, opera como un bailarín macabro; rodeando a los desubicados personajes, que se preguntan sobre los nombres de pila de aquellos a quienes han matado, como si la única honradez posible en medio de la masacre residiera en poder, al menos, nombrar a aquel a quien se ha arrebatado la vida.

Gracias.