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Voto de iker_nostalgico:
8
Drama Robert Leffingwell es el candidato del Presidente de los Estados Unidos para ocupar la secretaría de Estado, pero antes debe someterse a una investigación del Senado, que decidirá si es la persona idónea para un cargo de tanta responsabilidad. Al frente del comité de investigación está el idealista senador Brig Anderson, que descubre que en su juventud Leffingwell estuvo vinculado a una organización comunista. (FILMAFFINITY)
28 de diciembre de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aquí toleramos todo, los prejuicios, el fanatismo, la demagogia. Para eso está el senado, para tolerar la libertad.

En la escena final, cargada de tensión Bob le dice estas palabras a un senador -uno cualquiera, no hay ningún ánimo de hacer spoiler-. Y es lo de menos, una trama, o un nombramiento y los entresijos del camino para conseguirlo, un presidente en decadencia, una camarilla y una oposición, más de lo mismo, todo visto, oído y sabido...o no.
En esta magnífica película de Otto preminger se presenta un cuadro magnífico de las rendijas que dejan escapar las grandes esferas políticas Estadounidenses, pero también del resto del mundo.

En cualquier parlamento no cuesta demasiado imaginar escenas semejantes, intercambios, egos y luchas de poder, y a la vez/simultáneamente partidas de poker o cenas en las que acordar nombramientos o transigir sobre aquello que de hacerse podría beneficiar en algún otro aspecto de la carrera política.

Lo ilustre de Preminger es la manera en que se abordan las cloacas políticas, los mundos y submundos, la podredumbre que bien disfrazada de ornato se muestra como un producto que poder vender, en este caso a los ciudadanos. La trama quizá puede verse como algo totalmente banal y circunstancial la sobreabundancia de matices en los personajes y en sus disonancias, continuamente reajustadas, recalibradas y puestas a prueba nos muestran a una sociedad que es capaz de enterrar a cualquiera con el pretexto de un bien superior.

Pero a la vez, y como muestra del terreno fangoso y movedizo en el que los personajes-senadores se mueven, se presenta a todos y cada uno de los hombres que conforman un mosaico de poder y decisión -un ejemplo podría verse en aquella anécdota que conduciría a preguntarse por cuántos de nosotros mortales insignificantes se pararía un avión a punto de despegar, ficción rocambolesca pero enormemente ilustrativa- haciendo concesiones, aparcando su orgullo ante algo que ellos, simples hombres de bien "taimados y poderosos", según palabras de Seab, el gran, tremendo Charles Laughton, consideran más grande que el propio orgullo. Un patriotismo que les lleva a preguntarse por patriotas como tú...

Una concepción del bien común que al receptor de hoy chirría, no es capaz de identificarse con hombres moralmente reprobables pero que se presentan -o son presentados, mejor dicho- como marionetas conscientes de los hilos que les dirigen, y lo son en el momento mismo en que se muestran conscientes de que las ataduras a todo un sistema político supone ataduras morales difíciles de superar, sistema que engulle cuanto toca.
Son igualmente conscientes de que un viraje en la moral de conjunto, encarnado en la apuesta por los principios morales puede dar la vuelta a casi todo, incluso en la política. Preminger precisamente es muy consciente de ello, soltando a los personajes en un teatro qeu acaba por fagocitar a aquel que cree que la moral es una pétrea esfera de piedra que rodea a uno fija, constante y sólida
Cuando en realidad es más semejante a la materia ante la gravedad, se amolda, cede, gira y se adapta.

Este canto a la moralidad perdida y reencontrada, a una moralidad despojada de sentido/telos, aséptico y sin patetismo es poderoso, en ocasiones cierto es, puede pasar por ingenuo -y creo que lo es- pero las utopías no son concesiones que únicamente las fantasías más futuristas se pueden permitir, sino que hay que saber buscarlas entre los dossiers y las palabras vacías, que a veces conducen a lugares de moralidad insospechada.

Entre todos los pliegues que presenta la película el que desde mi perspectiva es el más complejo es precisamente ese, cumplir con la identidad de uno mismo, a pesar del campo gravitatorio moral que persigue a cada uno de los personajes; como país, como sociedad, como aquello superior a lo que se suele apelar al hablar del "bien común" y a la vez hacer penetrar en la ciudadanía el espíritu de lucha y creencia en aquello que nos posibilita como sociedad que no es más que reducir el individualismo ciclópeo y voraz, que en no pocos momentos se traduce en un desmedido orgullo y -en ocasiones- sustituirlo por un fórmulas mágicas casi inauditas como "ha sido un error", o "puede que lleves razón", y en extremo aquellas tales como "me parece una gran idea".

Todo ello con independencia de un color,-político- o de una opinión, de una creencia o de un dogma. Un canto antidogmático y antidemagógico en una sociedad que exacerba la demagogia y los dogmas, un enigmático espíritu de consenso plasmado ante los ojos de aquel que hoy vive en una sociedad sin consensos, en la sociedad del Yo y la palabra vacía, biempensante, donde la palabra de "la política" con mayúsculas es la ausencia de respuesta y el discurso enlatado, caduco y rancio. Por todo, es impresionante que una película de 1962 sea más moderna, y en muchos sentidos más real siendo ficción que una rueda de prensa en el siglo XXI, -que vendría a ser algo así como la ficción llevada al extremo-. Bravo Preminger por suscitar al espectador la duda de cuándo podrá dejar de ver ficción en el mundo de la política y sentarse a observar la realidad en el mundo de lo humano.
iker_nostalgico
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