Quizás este remake de su propia obra "Delitos y faltas" sea uno de sus mayores logros como director.
Es admirable como ha cambiado por completo su registro, como se ha salido de su zona confortable y ha hecho algo muy diferente (como director).
No sé hasta que punto el rodar en Europa, en Londres pudo inspirarle, pero lo más destacable de esta película gira en torno a la dirección.
Esta película parece esculpida en plástico, con esa irrealidad de anuncio de colonias navideño. Los actores están fantásticos. Meyer parece un maniquí, y transmite la frialdad psicopática de su personaje con su aspecto inmaculado, de una belleza grimosa y de plástico.
Scarlett, fantásticamente dirigida y con una actuación perfecta, es ese contrapunto vulgar, carnal, callejero que arranca al protagonista de su mundo de ricos cristalizado en la apariencia.
Todo lo demás en un vaivén, en el que como siempre, y como en la película en la que se basa, pero de una manera mucho más intensa e impactante, juega con los sentimientos mas viscerales y descarnados, descubriendo la sordidez y vulgaridad humana. Una realidad enmascarada por la represión freudiana, que es al fin y al cabo, alrededor de lo que gira toda su base teórica sobre la que desarrolla todos sus personajes y guiones.
Cuando terminé de verla, en plena madrugada, simplemente no pude dormir. No se que es eso, pero lograrlo, y más como estamos saturados de todo tipo de horrores televisivos, al menos debe de significar que algo hizo horriblemente bien Woody Allen con esta película.