"Veo mucho potencial, pero está desperdiciado. Toda una generación trabajando en gasolineras, sirviendo mesas, o siendo esclavos oficinistas.
La publicidad nos hace desear coches y ropas, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos, no hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, dioses del cine, o estrellas del rock. Pero no lo seremos, y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy cabreados. "
Tyler Durden (El club de la lucha)


Recuerdo que la primera cosa que oí sobre la peli, es que se trataba de una película que exaltaba la violencia, en un despropósito de guión:

A día de hoy, quedan vestigios de esos comentarios obtusos y descerebrados, de mentes cuadriculadas, en algunos blogs y páginas de "críticos de cine", y también permanece cierta connotación de "intrascendencia argumental" o de película " de acción". Por suerte, como otras películas, el DVD, la revisión calmada para películas que se digieren lentamente, dio un vuelco al fracaso de taquilla, en parte por esta campaña de los puritanos del arte, incapaces de absorber lo que les lanzaban a la cara, posiblemente, porque es duro verse reflejado de forma tan patética y cruda en la figura del narrador.
Es una película que algunas personas, por su forma de ser, no podrán ver, hay violencia, pero nadie que la haya visto puede decir que es violencia vacía y superficial.
Para mi, fue todo un reflejo de sentimientos que no sabía expresar, de presiones que no sabía concretar. Para mi la historia habla de cualquiera de nosotros, cada uno en su papel, y deriva, en una genial reducción al absurdo, en la hecatombe final.
Vivimos, ¿para qué vivimos?, para huir constantemente del dolor, del miedo, cada vez más desarraigados del contacto con lo primario, hemos terminado por olvidar lo que es autentico, y nos regodeamos en vivir en un mundo plastificado que como un chantajista siempre pide más y más, hasta que ese chantaje es nuestra vida, pasando de escalón en escalón, de etapa en etapa, porque eso es lo razonable, porque cada etapa, infeliz, promete felicidad la siguiente.
Trabajo, hipoteca, seguros de vida, alarmas antirrobo, una casa a juego, un coche nuevo, una ropa de moda, hijos a juego que abandonamos 12 horas en guarderías a juego... Parece un slogan molón del estilo de muchos "progres de papel-cartón", pero no lo es, y "El Club de la Lucha" da pruebas de lo que defiende, es una irónica y sarcástica manera de mostrarlo.
Cada vez la gente está más desquiciada, más idiotizada, zombie, y luego, cuando se emborracha oyes esa infelicidad en cada boca, falta lo primario, la pertenencia, el reconocimiento, el sexo genuino....
Maslow, el "inventor" de la pirámide de las necesidades humanas para autorealizarse, lo apuntó, y "El club de la lucha" nos muestra, tras una digestión adecuada, como la sociedad occidental hacia la que derivamos, sin metas, sin sentido genuino, solo nos ofrece aditivos para sustituir lo primario que nos motiva. como los sabores de fresa, de limón, de bacón, que muy pronto terminarán siendo los sabores que las personas reconozcan como auténticos, aunque en el fondo de su ser siempre se queden insatisfechos.
Como película es visualmente impactante, buen ritmo (aunque pierde un poco de gas hacia el final), estética lograda, grandes actuaciones y actores, un guión elaborado pero claro, y una contundencia visual notable. Sin embargo, al margen de sangre (he visto mil películas que no han sido calificadas de violentas con la misma dureza en las que la violencia es mucho más contundente y definitiva, tapas de sesos abiertas, personas quemadas vivas o dinamitadas y miembros amputados...) que nadie se ha molestado en no ver, simplemente tachándolas como violencia necesaria y temática "dura", como si la casquería en ciertos dramones fuese imprescindible.
La he visto al menos cinco veces, y no me cansa, y cuando una película la ves muchas veces y no te deja de apetecer verla, es que tiene algo más que imágenes y palabras, tiene espíritu.


Lo mejor: El trio, Norton, Pitt y Bonham.
Lo peor: Hacia el final pierde gas, pero es inevitable, y se mantiene a nivel aceptable.