En esta película los guiños no son tan evidentes, pero se homenajea, como no podría ser de otra manera, a Leonard Nimoy, a todo el elenco de la serie clásica, y especialmente a Sulu. Es una de las cosas que me gusta de ella, en general, y que ésta conserva. La camaradería y la amistad como parte más potente del corazón de la saga. Sin duda, sin ello, no valdría nada.
Al menos yo, no he podido evitar sentir pena al ver actuar a Yelchin-Chekov, sabiendo su absurda muerte a los 27 años. Era un actor que imprimía un toque muy agradable entre cómico y entrañable al personaje. Y es que Star Trek tiene corazón, es así.
En resumen me entretuvo, me gustó lo suficiente, y como el resto de la neosaga, me pareció un intento sincero de renovarla.
Sigo echando de menos que desarrollen la trama, algo más de sustancia en los diálogos, con algo más de pausa, con algo más de pie a los protas para hablar entre ellos sobre lo que ocurre y lo que van a hacer y dar un instante al espectador para tener miedo, preocuparse, interesarse... Las pausas son mínimas por culpa de la necesidad de dar acción mareante a cualquier precio, y al final todo lo que se habla solo es un rápido preludio para la siguiente escena de acción o para que los personajes digan que se quieren mucho.
En cualquier caso, sin ser un peliculón, se deja ver, y se puede disfrutar como fan sin que te revuelva demasiado las tripas.
Lo mejor de todo es que quizás los personajes, en especial el McCoy de Carl Urban, van cogiendo cierta pátina y empiezan a recordarnos a una verdadera versión de los anteriores.
Visualmente está muy bien, bien diseñada la acción, aunque los 15 primeros minutos de la primera película de la nueva saga, probablemente una de las más trepidantes y mejor rodadas escenas de batallas espaciales de la historia, sea difícil de repetir.
Que siga la fiesta.