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Voto de Manuel Esteban:
7
Drama Narra la historia de Don Diego de Zama, un oficial español del siglo XVII asentado en Asunción que espera su transferencia a Buenos Aires. Es un hombre que espera ser reconocido por sus méritos. Pero en los años de espera pierde todo. Decide atrapar un peligroso bandido y recuperar su nombre... Basada en la novela existencial de Antonio Di Benedetto escrita en 1956. (FILMAFFINITY)
31 de diciembre de 2017
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
El estreno de "Zama" en los cines argentinos no es uno del montón; representa el esperado regreso de la directora salteña Lucrecia Martel, tras nueve años de ausencia, desde la presentación de lo que sería su tercera película, "La Mujer sin Cabeza", allá por el 2008. Martel adquirió casi de inmediato el estatus de directora de culto, luego de lo que sería su debut en 2001, con la sobresaliente "La Ciénaga", y que le valió un reconocimiento más que merecido.

En esta ocasión, Lucrecia se anima a adaptar "Zama", la obra de Antonio Di Benedetto, y eso genera cierta expectativa extra. La historia está ambientada en Asunción, en el siglo XVIII y gira en torno al oficial español Don Diego De Zama, quien para poder estar cerca de su familia se mantiene a la espera de un pronto traslado, que parece no llegar nunca. La idea del reconocimiento a su accionar nunca está del todo clara y se percibe al avanzar la película que no está cómodo en su lugar, tampoco siente que sea tenido en cuenta, y el peso de su importancia, así como sus determinaciones, también pasan a ser poco relevantes, más aún con el transcurrir de los acontecimientos. La idea de Martel a la hora de adaptar "Zama" es, claramente, de hacerla suya, de apropiarse de la misma, así poder mediante la misma desarrollar una idea, llevando la historia para dónde crea conveniente; es por eso que pretender que la directora respete puntualmente la obra de Di Benedetto, termina siendo ilógico.

"Zama" no es una película fácil; de hecho termina siendo la cinta más compleja y difícil de contextualizar de la directora salteña. La narración nunca es lineal, optando siempre por el camino menos esperado, generando pausas, y momento de tensión, y hasta de confusión, porque por momentos uno no sabe bien que está presenciando, ni donde está situado. Porque si bien hay factores palpables de sus trabajos anteriores, vinculados a los tiempos que se toma, y a la forma en que se dan los sucesos y brinda información, la aparición de ciertos elementos de índole surrealista (que resultan ocurrentes y simpáticos), quizás no sirvan a la hora de asentar ideas; y también hay que saber comprender que la idea del cine de Martel no radica tanto en explicar, o dar cosas por sentado, sino que se perfila más a lo sensorial y por ende pretende una mayor participación y compromiso del espectador. Desde ya hay una marcada crítica a ciertas costumbres presentes en la etapa del colonialismo, al racismo, a la esclavitud…

Quizás si sea necesario ver, antes o después de la misma, cual es el eje de la realizadora, porque sino la trama de la misma puede tornarse confusa; lo que explica Martel, es que la cinta trata sobre la identidad, sobre esa necesidad tan presente en toda sociedad de ser algo, y las consecuencias negativas cuando uno no tiene claro que es, o cual es su función en un medio. Es como estar en estado vegetativo, en algún punto, y como todo conflicto interno o crisis de identidad, molesta. No obstante, y pese a ser funcional a la hora de instaurar una idea, me parece que termina siendo excesivo el metraje en su totalidad, ya que muchas son las escenas que podrían haber sido cortadas y que terminan agotando al espectador; Lucrecia Martel habla de la espera, la ansiedad y es algo que siempre pone en juego en sus películas, pero a la vez es un punto que tiende a llevar a un extremo y sobre el cual termina abusando.

No se puede dejar de lado todo lo que producción refiere; una fotografía preciosa, encuadres y planos maravillosos, algunos netamente artísticos, un recurso sonoro a la altura, y una puesta en escena inconmensurable. Ciertos momentos del film hacen recordar, inevitablemente, a películas filmadas por Werner Herzog en las décadas del 70′ y 80′, como "Aguirre, la ira de Dios" o "Fitzcarraldo", principalmente por el entorno, paisajes con trasfondo de selva y vinculados a la naturaleza. Las actuaciones están todas en su lugar, desde el protagonista Daniel Gimenez Cacho, hasta Juan Minujín, la siempre apreciable Lola Dueñas o la aparición de Matheus Nachtergaele.
Manuel Esteban
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