Es difícil decir: "Esta película se quedó en el tiempo" cuando intervienen en ella actores como Marlon Brando, Elizabeth Taylor y son dirigidos por John Huston.
Me dio la impresión de que la temática elegida -la homosexualidad latente de un militar de rango, la infidelidad sin disimulos ni justificaciones, la hipocresía, el hastío-, debió haber hecho vibrar a la generación que acudió a verlo como quien presencia una denuncia ante la sociedad. Y, en efecto, así debió serlo. Sin dudas, debió conmover al sentido común de su época de modo similar a los alaridos de espanto y el horror de lo que se mira sin quererlo ver.
Sin embargo, la película, como hecho artístico, dejó expuestos con el paso del tiempo todos sus defectos: No se percibe una trascendencia que permita concebirla viva en el tiempo. Apenas asistimos a la superficie del drama y no a su génesis, o a su punto culminante. Y cuando ocurre esto, los actores parecen meras marionetas en manos del director, sin que entre todos juntos logren aportar eternidad a distintas situaciones que se suceden de forma ingeniosa, sin profundidad.
Ni siquiera un actor como Marlon Brando logra, en distintas instancias -a esa altura de su carrera, donde ya había demostrado lo que era capaz de transmitir como actor-, ni siquiera él consigue transmitir el drama que apenas subsiste en el sarcástico personaje protagonizado por Elizabeth Taylor, que sí brilla con su actuación.
En resumen, una historia contada de un modo que hoy, en lugar de escandalizar, apenas nos arranca una sonrisa condescendiente.