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España España · BARCELONA
Voto de WKW:
9
Drama. Romance Alexandre es un joven burgués cínico y egoísta que vive en París. Se encuentra en un fase nihilista de su existencia: no estudia, no trabaja y apenas se interesa por los libros o por la música. Lo único que le interesa son las mujeres y, además, vive a su costa. Poco a poco va formando con Marie y Veronique, a pesar de la inicial resistencia de ambas, un atípico 'menage à trois', que, para él, es absolutamente satisfactorio porque ... [+]
18 de abril de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El año pasado se presentó en el Festival de Cannes una versión restaurada de La mamá y la puta (La maman et la putain, 1973), película de culto de difícil acceso, la cual, por fin, se ha puesto nuevamente en circulación. Se trata del primer largometraje de ficción y el más reputado de Jean Eustache, que hasta entonces sobre todo había dirigido documentales de corta duración y trabajado como montador de Jacques Rivette. El cineasta es, junto con Philippe Garrel y Maurice Pialat, uno de los máximos exponentes de los considerados directores post Nouvelle Vague, movimiento con el que coincidieron en el tiempo cuando empezaban a dar sus primeros pasos en el mundo del cine.

Dicho esto, La mamá y la puta tiene elementos que nos llevan a verla como una obra continuista y al mismo tiempo rupturista respecto a la Nouvelle Vague. Sigue la tradición al situar a un hombre mujeriego y seductor como figura principal. Éste no es otro que Jean-Pierre Léaud, el rostro masculino por excelencia de dicho movimiento cinematográfico. Alexandre, el personaje al que Léaud da vida, tiene referentes cinéfilos y literarios y percibe el mundo a través de la ficción, lo que remite, sin ir más lejos, al Belmondo de Al final de la escapada (À bout de souffle, Jean -Luc Godard, 1959). En la misma dirección, Eustache también realiza un retrato generacional de tintes sociológicos otorgando centralidad al amor y los lazos pasionales entre jóvenes, predominando las escenas en interiores, una decisión que le permite diseccionar a corazón abierto las relaciones personales.

Por otro lado, Jean Eustache explora nuevos caminos y se muestra rupturista respecto a su pasado cinematográfico inmediato. La mamá y la puta funciona como estado de ánimo de la derrota. Ofrece, en un blanco y negro crudo y granulado, una mirada desalentada del Mayo del 68, la revolución que no pudo ser. Se adentra en los vaivenes de un triángulo amoroso para desmitificar la liberación sexual y mostrar su reverso oscuro, rompiendo así con la inocencia de los años sesenta y exponiendo descarnadamente las dudas que surgen con la batalla perdida. Este clima posterior al Mayo del 68 no sólo se filtra en la obra sino que es el origen desde el que se forja. De esta forma, el contexto socio-político se erige en una especie de fuera de campo que reverbera en las imágenes y se hace tangible.

La película también encuentra en el lenguaje otro elemento para alejarse de la Nouvelle Vague, concretamente del naturalismo que, en líneas generales, le era propio. Aquí tenemos unos diálogos muy intensos y de larga duración, y una retórica, la empleada por Alexandre, a menudo recargada y alejada de la realidad. Sin embargo, hace uso de palabras malsonantes (follar) que funcionan como contrapunto. Cabe decir que esto causó gran alboroto cuando la cinta se presentó en el Festival de Cannes de 1973.

La mamá y la puta, como vemos, se constituye como suma de contradicciones. Especialmente en la relación entre los tres inestables personajes principales (Alexandre, Marie y Veronika), capaces de pasar del reproche a la sonrisa en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, las más evidentes las encontramos concretamente en Alexandre, un ser aburguesado, apático y ocioso que no nos imaginamos, precisamente, levantando barricadas ante la policía. En este sentido, retomando la naturaleza seductora de Alexandre, es como si cogiéramos un personaje de la Nouvelle Vague y lo coloquésemos, unos años después, en un entorno que pese a parecer el mismo, en el fondo ha cambiado mucho, como si hubiera despertado de un amable sueño y chocara contra la dura realidad.

También observamos ciertas contradicciones o, al menos, elementos discordantes, en lo que se refiere a los personajes femeninos. Éstos están basados ​​en características reales de mujeres que formaban parte de la vida de Eustache. Resulta sorprendente la intrincada trama de reflejos que se produce entre la vida real y la representación en pantalla: el personaje de Marie (Bernadette Lafont) está inspirado en Catherine Garnier, pareja del cineasta y también propietaria del piso donde transcurre buena parte de la acción; Veronika (Françoise Lebrun) está moldeada según quien era su amante; y Gilberte (Isabelle Weingarten) a partir de la propia Lebrun! De hecho, la huella de la ficción en la vida real va más allá: la mencionada Catherine Garnier, a la que va dedicada la cinta, se suicidó al visionar una primera versión del filme. La muerte voluntaria siempre estuvo estrechamente ligada a Eustache. Con 19 años intentó suicidarse y fue ingresado en un hospital psiquiátrico. Finalmente, acabaría quitándose la vida poco antes de cumplir 43 años.

Hace tiempo el guionista, cineasta y teórico cinematográfico Santiago Fillol dijo que las mejores películas son aquellas que consiguen poner imágenes a algo tan abstracto como es el imaginario colectivo. Estoy seguro de que coincidiría conmigo en afirmar que, con permiso de Los amantes habituales (Les amants réguliers, Philippe Garrel, 2005), ninguna otra obra ha sido capaz de captar el estado de ánimo de aquella generación como La mamá y la puta, sin duda, una de las más remarcables del cine francés de los 70.
WKW
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