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Voto de billywilder73:
10
Drama Walt Kowalski (Clint Eastwood), un veterano de la guerra de Corea (1950-1953), es un obrero jubilado del sector del automóvil que ha enviudado recientemente. Su máxima pasión es cuidar de su más preciado tesoro: un coche Gran Torino de 1972. Es un hombre inflexible y cascarrabias, al que le cuesta trabajo asimilar los cambios que se producen a su alrededor, especialmente la llegada de multitud de inmigrantes asiáticos a su barrio. Sin ... [+]
1 de agosto de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si una película nos hace pensar es que algo bueno ha encendido en lo profundo del alma.
Alimentados por el desprecio – que como aseguraba Fernán Gómez es carne de cañón del españolito - se suele insultar sin saber de lo que se habla y tachar vulgarmente una película con la condescendencia propia del obtuso intentando dorar la falta de discurso con bellos adornos que esconden la estupidez. Es la enfermedad del crítico chabacano y del espectador conformista sonámbulo, ambos más falsos que Judas y necios como el más locuaz de los políticos.
Pasa con Gran Torino y pasó antes también - ¿quién ha visto Vivir de Kurosawa? -. Quien sólo vea la última película de Eastwood como la historia de Kowalski, un viejo ultraconservador malhablado que busca venganza se queda lejos de “vivir” el desgarro del alma que causa esta obra maestra.
Y es que Gran Torino es para los Estados Unidos lo que Vivir de Kurosawa fue para el Japón de 1952. Si en aquélla un hombre del montón, un oficinista gris que lleva treinta años muriendo despacio enterrado entre papeles descubre el tiempo perdido por culpa de una enfermedad terminal y se concede una segunda oportunidad para vivir de verdad – “llevo treinta años sin contemplar una puesta de sol” -, en ésta, un viejo enfermo y rabioso que espera amargado que le sobrevenga la muerte escupiendo bilis a la menor oportunidad tiene la ocasión de recuperar la humanidad por culpa de las “ratas amarillas” que tiene como vecinos.
Decía Kurosawa que “se puede morir tranquilo si uno ha cumplido su vocación” y ésa es la esencia de Gran Torino. La habilidad y coherencia de Clint Eastwood para dotar a sus últimas películas de un discurso con unas constantes vitales que se repiten inteligentemente una y otra vez le convierten en un genio indiscutible del cine, uno de los pocos privilegiados que saben de lo que hablan.
Eastwood es el “maestro de la trascendencia”, experto en algo tan complicado como dotar de vida película y personajes y obrar el milagro de que el film no empiece en el minuto uno y termine en los títulos de crédito sino que “trascienda”, que se convierta en infinita e inabarcable multiplicando recuerdos ocurridos y deseos que ocurrirán.
En Sin perdón William Munny era un viejo pistolero cuyo pasado glorioso - jamás mostrado por flashbacks - estaba manchado de sangre; en Mystic River unos niños son protagonistas de un hecho traumático y una larga elipsis nos traslada a un presente marcado por aquella vivencia pero nos oculta el mal trago de todos esos años haciéndonos tejer a nosotros el drama; en Million Dollar Baby al Eastwood entrenador de boxeadores unas cartas nunca contestadas por su hija hacen que tramemos como precuela un pasado tormentoso; en Gran Torino la amargura y vacío del viejo gruñón nos transporta a la animalidad que vivió en la Guerra de Corea.
Sus películas evocan lo que no se ve y se intuye. Esa sensación de infinitud es pura magia; si existió el “toque Lubitsch”, ahora existe también el “toque Eastwood”.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
billywilder73
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