Hay películas de las que es difícil, por no decir imposible, no saber nada de ellas. Esta es una; tenía miedo que al final solo fuera el envoltorio de una melodía archiconocida. Afortunadamente, no es así, pero tampoco es el peliculón que parecía ser. Alec Guiness se marca un pedazo de escena cuando, durante la reunión para el proyecto, ordena al coronel japonés que les sirvan té y la cena; pero queda en eso, una escena a mayor gloria del ejército británico porque, por lo demás, se hace inverosímil. El americano cobarde, que se pega unas vacaciones en un balneario. Un oficial británico más pendiente de la convención de Ginebra que de intentar escapar; que, por su 'orgullo' hace que sus subordinados también sufran un encierro de castigo. Baño con jabón en el río (y lo que se intuye de 'happy end' -y no me refiero al final de la película, señor validador- pero no se ve) durante una misión de comando...