La vida del traficante no es un lecho de rosas. Moverse en el mundo de los que viven al límite, trae serios, graves problemas, con gente desiquilibrada. La amenaza de la cárcel, desde fuera y desde dentro, en vez de ser una cortapisa que frene el delito, parece que lo incrementa. En las familias, se ensancha cada vez más la distancia entre padres e hijos.
En toda esta espiral de deseos, miedos y disfrutes, se hace muy difícil mantener normas morales o amorales que todo el mundo siga o valore. Las normas del juego.
Cassavetes pudo haber hecho una crítica aún más ácida de la sociedad en la que vivimos. Pudo haber deformado esa realidad exagerándola o metiéndola en los límites de un discurso sobre por ejemplo, los peligros del tafico de marihuana en los jovenes de hoy día. Pero se ha limitado a contar la realidad. Una realidad irritante narrada por estupendos actores.
Y la realidad puede gustarnos o no, pero es lo que está sucediendo. Quizás cada uno debe sacar sus propias conclusiones y tener en cuenta cómo le afecta o no le puede afectar.
Quizás la realidad sería distinta, si se respetaran las normas del juego.
La peli es a ratos irritante, por lo previsible, a ratos expectante, por ver si hay giros argumentales. Y es que así es la misma realidad.