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Voto de David Mudarra:
6
Animación. Drama Un anónimo protagonista mantiene conversaciones con personas distintas que parecen entrar y salir de su vida arbitrariamente. Una frase, "dream is destiny" (el sueño es el destino), expresa la idea básica de la película: atreverse a entrar en el incontrolable mundo de los sueños, tan apasionante como inquietante y oscuro, y permitirse disfrutar al máximo del instante eterno que dura. (FILMAFFINITY)
21 de mayo de 2013
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La realización de Richard Linklater ejemplifica los dos polos entre los que imperativamente se mueven los creadores de estéticas, siempre buscando ese acto de comunión singular que legitimice el arte en su función social.
Este filme se adentra en las diferentes corrientes filosóficas siguiendo una secuencia bastante esquemática a nivel de conceptos, sin llegar a elaborar una síntesis relevante a nivel de exposición cinematográfica (el que era, desde mi criterio, el mayor potencial de la peli desaprovechado). Platón, existencialismo, orientalismo, corrientes postmodernas, pseudomitologías y axiomas new age, pasando por los agoreros de la Nueva física, todos discurren en una tonalidad vaporosa y narcoléptica afín a un signo de los tiempos que ahora corremos, con un llamativo uso de la infografía. El discurso eclosiona con el sofisma formulado por el personaje que encarna el propio Richard Linklater, semejante al deseo de conocer y aglutinar las ideas en torno a los grandes secretos del alma humana, arrojada a un existencialismo que converge con el peligro del nihilismo. El recorrido puede, puntualmente, llevarnos a verdades sobre la vida como sueño de sueños, imágenes que poseen las imágenes y estas transmutan y, las palabras que indican que la palabra solo es un atributo imaginario y ardid en la necesidad de comprender el mundo.
Una experiencia indeterminada y arbitraria que explicita su naturaleza en la sensación de flotar sin libertad, elevarse hacía un cielo de irrealidad, sin aposentos sólidos donde hallar los sentidos y el por qué del mundo fenoménico. Soñar hasta que aceptemos la eternidad, como la sensación que emerge desde la pantalla de cine al contemplar el juego de signos que se esfuman en transiciones que en última instancia nos deja la sensación por encima del concepto. El viraje de lo humano, nuestro mejor regocijo es la experiencia estética, ya que se nos escapa la comprensión racional.
Una pieza curiosa que no desaprovecha los trucos visuales y su poder evocador, aunque su didactismo encalla en la exposición estática.
David Mudarra
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