Es una película de los detalles, de los versos escondidos en la cotidianidad, cada escena es una línea que guarda un ritmo y un pulso tal como lo hace un poema; se entremezcla en el tiempo y la historia una fina textura estética que sacude al apasionado por el cine de Jarmusch. No es la agitación agresiva y convulsa que busca la tensión como vehículo al entretenimiento lo que mueve emociones aquí, es la profundidad de la escena que se desliza con suavidad, como el agua fluyendo a través de una cascada, como un recorrido en autobús, son estímulos que naturalizan la belleza de la vida y la sincroniza con la maquina cultural cotidiana de la existencia. Grandes actuaciones no son necesarias, son sencillas y simplemente maravillosas.