El amigo John Carpenter conocía y apreciaba el giallo italiano (él mismo definiría tiempo después esta obra que nos ocupa como "mi película a lo Dario Argento) y se puso a la tarea de rodar un film de terror basado en las claves estéticas de dicho subgénero (asesinatos explícitos cometidos con armas blancas, víctimas preferentemente jóvenes guapas y del género femenino, musiquilla insidiosa, cámara subjetiva, uso de los juegos de luces y sombras para crear atmósfera, importancia de la puesta en escena), pero eliminando aspectos como el componente de intriga criminal y los giros de guión "sorpresivos", las motivaciones sexuales del asesino y las explicaciones (pseudo)psicológicas sobre su comportamiento. Decidió además que su asesino atacase en una fecha tan señalada como Halloween, que no hablase, que se tapase el jeto con una máscara de forma característica, que una chica virgen e ingenua se interpusiera en sus crímenes, y que hubiese un elemento vagamente sobrenatural que hacía al tipo en cuestión prácticamente indestructible. Aspecto este último que a mí personalmente no me entusiasma, pero sobre el que hay opiniones para todos los gustos.

Con este planteamiento se sacó de la manga una película argumentalmente más simple que el mecanismo de un chupete pero técnicamente impecable, con una dosificación magnífica del suspense y una puesta en escena elegante que convierte una casa a oscuras en un laberinto lleno de sombras donde puede agazaparse el tío del cuchillo esperando cazarte. Con personajes esbozados de forma esquemática pero muy carismáticos: el asesino Michael Myers, el psiquiatra que ha sido incapaz de comprenderle ni curarle (el Dr. Loomis), y la chica aparentemente frágil que le planta cara (Laurie Strode), papel este último que supondría la consagración de Jamie Lee Curtis como icono del cine de género.

Cientos, por no decir miles de películas, adaptaron, homenajearon, copiaron, deformaron, desnaturalizaron y vampirizaron la idea en los años venideros.

Había nacido el slasher. Para bien o para mal. Y para bien o para mal, ahí sigue. Y hasta el día de hoy ninguna película del subgénero ha superado a la original.