Si una película empieza con una canción de Damien Rice ya me tiene medio ganado... he de reconocerlo, soy así de fácil.
Suelo tener problemas con las comedias románticas y es que suelen ser en su mayoría tremendamente inverosímiles y pastelosas (el término indica la cantidad de almíbar que un guionista sin escrúpulos puede llegar a usar en la receta del filme) aunque me encanta el género sobretodo cuando está tratado con un cierto toque de ironía, cinismo y los personajes son un par de perdedores en vez de los fantásticos pobres niños ricos de las comedias románticas americanas.
Si a ésta mezcla añadimos un mensaje político que aunque peque de ingenuo proporciona un valor añadido a lo que suelen ser éste tipo de películas pues nos encontramos con una película deliciosa que pasa en un suspiro y que deja un inmejorable sabor de boca. Recomendada.