Quizás el director más trascendental de los últimos 20 años. Se entiende que, mientras el público analfabeta busca entretenimiento banal y desenfrenado entre millones de títulos industrializados pero a menudo insípidos y de mal gusto, pocos entienden los altos propósitos y alcances del cine, así como pocos serán los seguidores de su honesta, siempre humana, honorable y sensata filmografía.

El director no habla precisamente de la sociedad sueca, más bien es un calco del absurdismo sistemático globalizado. Agradezco inmensamente a Andersson por su obra y a los espíritus libres que comparten por permitirnos a algunos pocos, el deleite de tan suculenta obra. No te sorprendas si tu impulso es aplaudir al terminarla.