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España España · Marbella
Voto de SUSTOVISION:
7
Terror En una oscura sala dos forenses retiran una bala de plata de un cadáver, que vuelve a la vida y mata a los dos médicos. Waldemar Daninsky, el hombre lobo, ha resucitado. Dos jóvenes universitarias que han estado trabajando en un estudio sobre superstición y magia negra creen haber localizado la tumba de la condesa Wandesa Darvula de Nadasdy, la terrible adoradora del Diablo. Las dos jóvenes viajan al norte de Francia en busca de la ... [+]
28 de agosto de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La noche de Walpurgis” es el paradigma de las pelis de hombres-lobos, de la cual se pueden obtener valiosas enseñanzas que paso a enumerar:
1º. Para ser un buen hombre lobo, tienes que ser español, bajito, fornido y con alopecia incipiente. Más o menos como Paul Naschy. Además, tienes que ir vestido como Raphael: con camisa y pantalones negros (lo cual es un inconveniente, porque si tienes que luchar contra una vampira en una catacumba, te pones el traje perdido de polvo y arena).
2º. Mentalízate: aunque nominalmente seas un hombre-lobo, te parecerás más a un perro.
3º. En las noches de luna llena te transformarás en monstruo, aunque no hay mal que por bien no venga, porque seguramente habrá cerca una bruja cometiendo maldades o un científico loco dispuesto a dominar el mundo o una vampiresa lasciva con ganas de juerga.
4º. Te transformarás como la vuelta ciclista: por etapas. Primero, la cara sin un pelo, después pones el efecto “atenuar” en la transición de vídeo y apareces con más pelos. Después otra vez “atenuar” y tienes más pelos y al final, otra atenuación y ya tienes cara de perro.
5º. Cuando te transformes, es imprescindible desordenar la habitación: tiras los libros de la mesa, descuelgas los cuadros, rompes la vajilla, etc. Y si la transformación se produce en una catacumba, pues igual: rompes las lápidas, tiras al suelo los esqueletos, quitas las telarañas del techo, etc. Y no te preocupes, tómate tu tiempo, porque tus víctimas, en vez de salir corriendo, se te quedan mirando embobados.
6º. Tarde o temprano te ligarás a una rubia cañón. No importa tu condición sexual ni tu estado civil. La muchacha potente se enamorará de ti ipso-facto (con ese cuerpazo castizo que se gasta Paul Naschy no me extraña), te jurará lealtad hasta los restos.
8º. Te comprarás unas cadenas para atarte en las noches de luna llena. No obstante, cómpratelas en un Bazar Oriental o en un Todo a 100, porque las cadenas se tienen que romper convenientemente en el momento oportuno, que si no ni tenemos película ni tenemos nada.
9º. El destete es obligatorio. Si vas a comerte a una campesina, primero rómpele la blusa así como el que no quiere la cosa. Esto no se aplica para las víctimas masculinas: con un arañazo en la cara basta y sobra, que como le pegues un bocado en el cuello la gente va a pensar otra cosa y de eso nada.
10º. Eres inmune a todo excepto a la plata. Y cuando digo inmune, digo inmune. O sea, si te van a hincar un cuchillo, cuando la hoja entre en contacto con tu camisa de Raphael, el cuchillo se transformará en un cuchillo de plástico ante el estupor del acuchillador.
11º. Aunque en el fondo eres español, en tu dni constará que eres polaco y te llamarás Waldemar Daninski. Vivirás aventuras en países exóticos como el Norte de Francia, pero no te preocupes si tienes morriña de tu tierra: en las paredes de los bares franceses hay anuncios de bebidas en castellano.
“La noche de Walpurgis” (Leon Klimovski, 1970, con guión de Jacinto Molina), es una obra maestra del frikismo español (de ahí su elevada nota). Aunque la película manifiesta una evidente falta de medios y posee un argumento plano y poco original, su puesta en escena estrambótica y casi surrealista y sus interpretaciones tópicas, engoladas y pedantes pero con una chispa entrañable, consiguen crear una obra única y peculiar, recordada con cariño por los aficionados. De ahí la venerada figura de Paul Naschy (Jacinto Molina), un hombre con un talento limitado pero con un tesón, una fuerza de voluntad, una profesionalidad y un carisma innegables y que cuenta con la admiración y el respeto de los aficionados al género, ya que para él, el hombre-lobo/Waldemar Daninski (o cualquier otro personaje monstruoso que interpretó, guionizó o dirigió) no era un mero papel. Su amor por el cine de terror es tan genuino como el nuestro.
SUSTOVISION
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