Tengo 23 años, ya para 24, pero he tenido que soltarle últimamente esta frasecita a mi madre para que suelte el mando y me deje ver esta serie. ¿Cuál es la razón? Hora de aventuras. Si, si, como leéis. Viendo estos dibujos me siento como un maldito crio, te lo juro. Me hace partirme de risa como cuando era un enano, me hace sentir miedo (como cuando Goku se convertía en un monstruoso gorila gigante) en algunos capítulos inusualmente tétricos y enfermizos. Me hace incluso estar al borde de la lágrima por la extraña ternura que trasmiten sus personajes carismáticos y muchos de ellos maltratados. Me hace sorprenderme y flipar, como cuando veía a Doraemon sacar cualquiera de sus artilugios de su bolsillo mágico. Me hace acordarme de mis tardes cuando jugaba a mi videoconsola de 8 bits, la Nasa un plagio de la Nes que leía cualquier videojuego de esta. Me hace recordar cuándo por las noches leía un libro antes de dormir y las broncas de mi madre por hacérseme las tantas. Hace que mi rostro se llene de vergüenza al decir que me gusta mucho esta serie de dibujos, esa vergüenza que sentías de pequeño cuando le decías me gusta a esa niña que te traía loquito. Me hace sentir nostalgia, no de esta triste, de la sana, de la que llena por dentro.

Posiblemente porque esta serie este concebida por la cabeza de un niño atrapado en el cuerpo de un hombre. Dentro de esta extraña serie absurda y enferma, he encontrado cordura y buenos sentimientos. Por eso todos los niños grandes que quieran su momento de buen rollo no se pueden perder esta disparatada serie que a mí ya me ha robado el corazón.

En el spoiler os doy un consejo para ver esta serie.