El director ganador de la palma de oro por la aclamada "4 meses, 3 semanas, 2 días" vuelve a ser premiado en Cannes como director -conjuntamente con el francés Assayas- por "Graduación", en donde el eje principal está en el peso moral de las decisiones que tomamos.
Romeo, un médico de 50 años, está obsesionado con que su hija Eliza apruebe sus exámenes y entre a una prestigiosa universidad en Inglaterra. Pocos días antes de que empiecen las evaluaciones, Eliza es atacada en la calle y entonces Romeo hará lo imposible para evitar que eso atente contra sus planes.
Ese hecho externo -que no se muestra ni se habla en profundidad e incluso resulta confuso- perturba la aparente calma y derrumba los cimientos que parecían estables. Entonces, la forma de vivir y de accionar de los personajes mutará: lo que antes parecía impensado, ahora se vuelve habitual; lo que antes era lejano, ahora es cercano.
¿Qué tan difícil será para Romeo acceder a un acomodo para que su hija apruebe los exámenes? ¿Sería injusto hacerlo para que Eliza no pierda su posibilidad de crecer? Y ¿Hasta qué punto el accionar del padre repercutirá en Eliza?
No conviene adelantar el argumento de la historia que en su monotonía y pasividad logra crear una tensión permanente. "Graduación" indaga los subterfugios psicológicos y el peso moral de aquellas decisiones que toman los individuos; a la par pone en escena los valores que se ven torcidos por las circunstancias. Sin embargo, en ningún momento se cae en sentimentalismos banales ni en moralinas, en cambio toman preponderancia la duda y los miedos que persiguen a los personajes.
Al mismo tiempo, Mungiu explicita la depresión generalizada de una Rumania devastada y se pregunta si los avances, en realidad no representan retrocesos. La esperanza de un futuro mejor de antaño, ahora sólo es desolación.
No son pocas las conexiones que se pueden establecer con Haneke, desde Eliza que interpretó a la hija del cura en "la cinta blanca" hasta el retorno de lo reprimido en "Hidden". Tal vez lo que agrega con notable maestría el rumano sea el toque humano que impone sobre el imponderable de que el fin justifica los medios.