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Voto de CourierNew12:
6
6,3
23.615
Drama
Drama sobre la Iglesia de la Cienciología. Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), un intelectual brillante y de fuertes convicciones, crea una organización religiosa que empieza a hacerse popular en Estados Unidos hacia 1952. Freddie Quell (Joaquin Phoenix), un joven vagabundo, se convierte en su mano derecha. Sin embargo, cuando la secta triunfa y consigue atraer a numerosos y fervientes seguidores, a Freddie le surgirán dudas. (FILMAFFINITY) [+]
7 de enero de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo reconozco, aun a riesgo de que me quiten el carnet de crítico amateur: ‘The Master’ me ha defraudado. Pero no porque sea una mala película: denostarla tan rápido, como muchos espectadores que me acompañaban ayer en la sala, sólo demuestra tanta falta de espíritu crítico como falta de contacto con el espectador medio demuestran los críticos que la encumbran instantaneamente al Olimpo del Cine. Ni tanto ni tan poco. Creo mi decepción responde a una cuestión de expectativas erróneas, y por eso aviso, por si hay alguien tan despistado como yo: si esperáis un film de trama, o incluso un retrato controvertido, con un poquito de mala leche, sobre L. Ronald Hubbard y los orígenes de la polémica Cienciología (religión moderna y típicamente americana con tintes de secta, a cuya iglesia pertenecen, entre otros, Tom Cruise o John Travolta), posiblemente saldréis tan defraudaos como yo. ‘The Master’ sólo se asoma tímidamente a esa cuestión, ya que a Paul Thomas Anderson le interesa más el contexto histórico (el trauma post 2ª Guerra Mundial), y el juego de relaciones personales que la trama propiamente dicha o el retrato morboso.
El film se centra en el año 1950, en pleno trauma post Segunda Guerra Mundial, el caldo de cultivo de visionarios como Lancaster Dodd (inspirado en Hubbard, fundador de la Cienciología y su precursora, la Dianética) que con sus nuevos métodos curativos, mezcla de psicoanálisis (ciencia) y cuerpo de férreas creencias metafísicas (religión), pretendían aliviar las tensiones y los temores de toda una sociedad afectada de stress post traumático. No por casualidad el conejillo de indias elegido por Lancaster Todd para probar sus métodos curativos es Freddie Quell, un excombatiente que vuelve de la guerra del Pacífico y que no encaja en la sociedad civil, quizá la figura que mejor representa el trauma de toda una nación. Quell es un animal instintivo, furioso y lleno de rabia contra una sociedad en la que no encaja. Joaquin Phoenix, con joroba, hechuras y andares de mulo de carga, hablando casi ininteligiblemente por un lado de la boca, entreabierta en un gesto cargado de desprecio y de rabia, compone desde la introspección un personaje tremendamente patético, doliente. Por su parte, Seymour Hoffman interpreta a Lancaster Dodd, otro tipo de animal, un animal social, un gurú tan carismático como egocéntrico, el perfecto vendedor (¿de humo?), el motivador americano que te atrapa con su speech, pero cuya máscara afable se resquebraja cuando alguien de entre el entregado auditorio osa poner en cuestión su férreo corpus teórico. En cierto modo, su personaje retrata otro prototipo típicamente americano. Hoffman mezcla la grandilocuencia, el bigger than life (en palabras del propio director) con cierta contención de gentleman. El tercer vértice del triángulo es Peggy Dodd, interpretada por Amy Adams, la gran mujer tras el gran hombre, el poder en la sombra, descofiante de la relación de su marido con Freddie Quell, a quien considera un alma errante que no merece la pena salvar.
El film se centra en el año 1950, en pleno trauma post Segunda Guerra Mundial, el caldo de cultivo de visionarios como Lancaster Dodd (inspirado en Hubbard, fundador de la Cienciología y su precursora, la Dianética) que con sus nuevos métodos curativos, mezcla de psicoanálisis (ciencia) y cuerpo de férreas creencias metafísicas (religión), pretendían aliviar las tensiones y los temores de toda una sociedad afectada de stress post traumático. No por casualidad el conejillo de indias elegido por Lancaster Todd para probar sus métodos curativos es Freddie Quell, un excombatiente que vuelve de la guerra del Pacífico y que no encaja en la sociedad civil, quizá la figura que mejor representa el trauma de toda una nación. Quell es un animal instintivo, furioso y lleno de rabia contra una sociedad en la que no encaja. Joaquin Phoenix, con joroba, hechuras y andares de mulo de carga, hablando casi ininteligiblemente por un lado de la boca, entreabierta en un gesto cargado de desprecio y de rabia, compone desde la introspección un personaje tremendamente patético, doliente. Por su parte, Seymour Hoffman interpreta a Lancaster Dodd, otro tipo de animal, un animal social, un gurú tan carismático como egocéntrico, el perfecto vendedor (¿de humo?), el motivador americano que te atrapa con su speech, pero cuya máscara afable se resquebraja cuando alguien de entre el entregado auditorio osa poner en cuestión su férreo corpus teórico. En cierto modo, su personaje retrata otro prototipo típicamente americano. Hoffman mezcla la grandilocuencia, el bigger than life (en palabras del propio director) con cierta contención de gentleman. El tercer vértice del triángulo es Peggy Dodd, interpretada por Amy Adams, la gran mujer tras el gran hombre, el poder en la sombra, descofiante de la relación de su marido con Freddie Quell, a quien considera un alma errante que no merece la pena salvar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Para el crítico sesudo y lleno de referencias siempre será más fácil caricurizar al espectador descontento poniéndole una caja de palomitas en la mano, pero yo me rebelo contra esa simplificación: ¿no será que el problema (¿error?) de ‘The Master’ es el mismo que el de gran parte del cine de autor que no consigue llegar al espectador de a pie? Si el autor y el público no comparten los mismos códigos, la comunicación es muy difícil. Y no hablo de meterse en la cabeza de Paul Thomas Anderson (como sí parece necesario meterse en la cabeza de ciertos autores para entender sus diarreas mentales), sino de algo tan simple como que si el contexto histórico y social es la clave de interpretación de la película, si esos personajes sintetizan el contexto, y el contexto es la clave para entender a los personajes, el director no debe presuponer su conocimiento, y debería detenerse un instante en situar al espectador. Por el contrario, Anderson se olvida de todo lo que pase fuera de sus personajes y su entorno cercano, centrándose siempre en las relaciones personales, y olvidando quizá (o es que se la trae al pairo) que no todo su público es norteamericano, ni está familiarizado con los traumas de su país y de aquel momento histórico.
Por ello, el espectador poco conocedor de este marco de referencia, puede ser que no entienda gran parte del significado del film, cuyo único punto de enganche, de interés, entonces, puede ser esa intensa relación de amor-odio, esa tensión (según Angel Quintana en Cuadernos de Cine) “entre dos seres que se comportan como padre e hijo, maestro y discípulo, amo y criado, hipnotizador e hipnotizado, y que podrían llegar a ser amante y amado”.
Pero el peligro del enigmatico hermetismo de “The Master” es precisamente ese, que muchos sólo podrán disfrutar (lo que no es poco, pero sabe a poco) del brutal tour de force interpretativo, del pulso entre dos animales de la actuación (entre el instinto y la víscera de Joaquin Phoenix y el clasicismo siempre correcto y depurado de Seymour Hoffman) pero se perderán en los pliegues de un film en apariencia sencillo, pero seguramente más complejo e interesante de lo que muchos seremos capaces de comprender.
Por ello, el espectador poco conocedor de este marco de referencia, puede ser que no entienda gran parte del significado del film, cuyo único punto de enganche, de interés, entonces, puede ser esa intensa relación de amor-odio, esa tensión (según Angel Quintana en Cuadernos de Cine) “entre dos seres que se comportan como padre e hijo, maestro y discípulo, amo y criado, hipnotizador e hipnotizado, y que podrían llegar a ser amante y amado”.
Pero el peligro del enigmatico hermetismo de “The Master” es precisamente ese, que muchos sólo podrán disfrutar (lo que no es poco, pero sabe a poco) del brutal tour de force interpretativo, del pulso entre dos animales de la actuación (entre el instinto y la víscera de Joaquin Phoenix y el clasicismo siempre correcto y depurado de Seymour Hoffman) pero se perderán en los pliegues de un film en apariencia sencillo, pero seguramente más complejo e interesante de lo que muchos seremos capaces de comprender.