A pesar de que esta notable serie no es de mi generación hace poco tiempo me engancho de una maravillosa historia de una familia liderado por Charles Ingalls que tuvo que emigrar de Plumm Creek a Walnuk Grove en el estado de Minnesota junto con su esposa Caroline y sus hijas Laura, Mary y Carrie para buscar un mejor porvenir. Sin embargo, como la vida no es color de rosa, se tiene que aguantar a algunas personas como la familia Oelson que, el único que puede tener mejores relaciones interpersonales es con el tendero Nels, y lo demás, empezando por su esposa cizañera y envidiosa Harriet y sus hijos problemáticos: la humillante Nellie y el pícaro Willie.
Afortunadamente, hay otros personajes en la que puede tener amistades (por ejemplo el médico Hiram Baker) y otras rivalidades pero con el criterio que tienen toda la familia Ingalls hace lo posible de que logren la unión y el beneficio mutuo entre ellos mismos y los vecinos, amigos y hasta desconocidos para compartir no sólo lo material sino también experiencias para que lo tengan en cuenta.
El escenario es de Estados Unidos del siglo XIX con las actividades económicas, costumbristas, recreativas e inventos que le daban utilidad concordando con el libro autobiográfico de Laura Ingalls Wilder. Y de generación a generación, la familia va creciendo teniendo como centro de atención a Laura que ha tenido dos matrimonios: Albert Quiinn y Almanzo James Wilder con la que forma la familia y adopta niños, no obstante, no hay que olvidar que ninguna familia es feliz ya que hay problemas de toda índole y más si las personalidades son chocantes y nunca se llevan bien. Lo importante era madurar para ser la persona ideal y ejemplar, y aceptarse como es.
Por lo tanto, la familia Ingalls es una magnifica historia en la que hay que andar unidos pasara lo que tenía que pasar y lidiar con alegrías, tristezas, luchas, desvelos teniendo como base Charles y su hija consentida Laura que más adelante se convierte en mujer y ya tiene familia puesto que no es fácil adaptarse a la vida madura hasta llegar a ser como la que un día fue. Todos cometemos errores, pero hay que aceptarlos tal y como son y enmendarlos si es posible.