Notable film a cuya historia ingresamos de inmediato, de la mano de sus protagónicos carismáticos (Daniel Brühl como Alex y Katrin Sass como Christiane, la madre de Alex), de la amenidad de su ritmo y de su atrapante argumento que no nos dejará sin reflexiones para tejer. Ha merecido un amplio reconocimiento. Su virtud cardinal se asienta tal vez en el tono alegre (y diría también de filosófica resignación) que elige para desplegar asuntos de suyo complicados y graves: el contexto histórico de la caída del socialismo en la RDA y la enfermedad de la madre de Alex, alrededor de donde gira todo el relato.

Con esta tesitura el director Wolfgang Becker se posiciona por encima del debate ideológico, mostrándonos de hecho con ácida ironía (y como digo, filosófica resignación) las dos caras de lo que es el verdadero fracaso colectivo de nuestra civilización: el capitalismo -que vemos representado a través de los íconos fatídicos de la Coca Cola y Burguer King- y el socialismo de Stasi y ciudadanos apaleados en las revueltas.

Si Alex resuelve en una medida extrema y heroica apuntalar para su madre gravemente enferma el régimen que acaba de caer -y aun llegar a dotarlo de una dimensión fantástica- no es porque siga creyendo en eso, claro que no, sino para protegerla y salvar su espíritu. El montaje de esta empresa depara los momentos más hilarantes del film, que se alternan con otros dramáticos y conmovedores (y qué bien le sientan a esta emotiva veta los acordes de Summer 78 de Yann Tiersen).

Un título muy recomendable. Lo tenía desde hace tiempo y por fin -y por suerte- me decidí a verlo.