Provincia de Buenos Aires, durante la gran crisis Argentina del 2001. Un grupo de amigos y vecinos pierde el dinero que había logrado reunir para reflotar una vieja cooperativa agrícola. Este hecho acontece al ser estafados por un perverso abogado y un gerente de banco que poseían información confidencial del futuro del país. Al enterarse de lo sucedido, este grupo de vecinos decide organizarse y armar un minucioso plan con el objetivo de recuperar lo que les pertenece.

La risa se impone a la trágica historia que nos narra su inapreciable director que pasa demasiado desapercibido. Sebastián Borensztein tenía todas las posibilidades para conquistar al público pero le ha sobrepasado su magistral elenco encabezado por dos de los mejores actores de Argentina. A pesar de la mediocre dirección, combina de manera brillante la dosis de humor costumbrista y la sátira social para conseguir una película placentera con un gran ritmo en el desarrollo. Es una película empapada de argentinidad tanto en la temática, en el humor y en el conjunto de referencias y problemáticas de la anécdota; perfecta para los verdaderos amantes de cine argentino.

El espectacular reparto consigue darle ese toque de ingenuidad en un film amable y divertido, pero sobretodo muy vivo. La realidad se superpone de manera excepcional a los diálogos por las grandes interpretaciones que recorre la historia. Revindico una vez más el arte y el don que tiene Ricardo Darín para transmitir todo tipo de emociones plasmadas sobre el papel, asimismo el actor Luis Brandoni se eleva a su altura para ofrecernos uno de los mejores personajes. Darín y su hijo Chino se juntan por primera vez en La odisea de los giles para desprender tanta complicidad como en la vida misma.

El guion es una adaptación de la obra original de Eduardo Sacheri titulada la Noche de la Usina, publicada en 2016. Sacheri y el director, han sido los encargados de escribir esta novela enfocada el formato cinematográfico donde encontramos un argumento predecible. A pesar de saber en todo momento cómo va acabar el film, la inocente historia acaba por conquistar al espectador y dejarle enganchado con el elemento conductor de la risa.

La odisea de los Giles cuenta poco pero gana mucho más; es ingeniosa, divertida, mordaz, real, emotiva y maliciosa. Revindica solidaridad y lealtad con un mínimo de esperanza en el género humano. Posee un buen ritmo, una magnífica voz en off y un guion aceptable al que le sobran varias subtramas; por eso mismo, nunca podríamos asemejar la película a la definición de un buen gil.

CARLOS ANTOLÍN
Blog: TuCineCrítico
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