Pero no una "aventura" como la de Dersu Uzala, La princesa Mononoke, Fitzcarraldo, El nuevo mundo, Papillon o El tesoro de Sierra Madre. Ni la de sagas como Indiana Jones, Star Wars o Piratas del Caribe. "Aventura" del nivel del grupo ese de reggaeton que se hizo popular hace unos años con la odiosa canción "Obsesión". Vamos, una mierda pinchada en un palo.

"Producida por James Cameron" es la única forma que han tenido de colarnos Sanctum, una de las cintas del género más absurdas de los últimos años, tan pobre en verdadera aventura y emoción, como incapaz a la hora de lograr que sus personajes nos importen o que los escenarios nos den sensación de claustrofobia. Su único (de)mérito es que su metraje caiga sobre el espectador como una losa. El film de Alister Grierson no sólo se hace eterno, sino que se toma la libertad de desaprovechar una notable premisa para convertirla en una (mala) suerte de "Abyss" subterránea. Las escenas teóricamente tensas es imposible tomárselas en serio: ya se han visto mucho mejor ejecutadas, en películas como la fantástica "The Descent", sin ir muy lejos.

Aquí no se trata tanto de crear agobio como de, en teoría, permitir al espectador sufrir un rato junto a sus personajes a medida que van avanzando por la grieta en busca de una salida a la superficie. Se supone que es un film sobre supervivencia, pero funciona más como un simulador de cómo mantenerse despierto. Y uno con el nivel de dificultad bien alto, porque conseguirlo cuesta un horror. Personajes planos, situaciones sin pegada emocional, un pobrísimo estudio de cómo reaccionan los seres humanos en situaciones límite. ¿Cómo es posible que una historia así haya podido se transformada en imágenes de forma tan paupérrima? Lo más sorprendente es encontrar defensas del film argumentando que nadie puede aburrirse con algo así (hola, Taylor), como si películas que se toman las cosas con más calma (Fitzcarraldo) o más rapidez (Indiana Jones) no pudiesen funcionar al mismo nivel de ¿entretenimiento?.

Sanctum es, en resumen, una de las peores películas del año. Porque aburre a las piedras y porque la opresión que debería sentirse viéndola es inexistente. "127 Hours" lo logró mejor a la luz del día y con sólo un actor; una muestra de que oscurecer la imagen y poner chillidos no crea una atmósfera, no es más que una estratagema para ocultar la ausencia de una. Total: un bodrio. Y en tresdé.