Tiremos de tópicos: no parece española. Y no lo parece porque Mateo Gil es capaz de conseguir que olvidemos todos los prejuicios de golpe y porrazo a través de una dirección eficiente y un punto de vista atípico, más cercano al de producciones como "El asesinato de Jesse James..." de Andrew Dominik que al de los westerns al uso de indios y vaqueros. El eje de la historia es la pérdida, por lo que el adjetivo "crepuscular" le viene que ni pintado a este ejercicio de género tan personal como interesante que parece mentira que salga de las manos del responsable del bodrio "Nadie conoce a nadie". La clave de que todo funcione tiene nombre y apellido: Sam Shepard. Su personaje es creible, certero, misterioso e intrigante, y con una mirada, o con una palabra, nos muestra su veterania. Le llaman Butch Cassidy pero aunque no fuese así entenderíamos rápidamente que ha vivido, y cómo, batallas y experiencias. Su buena interpretación no eclipsa a las de los secundarios, aunque por supuesto alguno chirría bastante. No es el caso de Eduardo Noriega, que sorprendentemente está correcto hasta que llega el tercer acto y la cosa ya se le viene grande, pero funciona bien como el 'buddy' de Shepard en la parte intermedia del metraje.

Narrada a dos tiempos, con imágenes del pasado de Shepard y su presente, en ambos casos se aborda un viaje -externo e interno- hacia un destino que no es tal. La soledad parece el único refugio para quien una vez fue y tuvo, y ese tono crepuscular está explotado con habilidad y respeto, sin resultar impostado ni molesto. No es "Blackthorn" una gran película pero es desde luego un ejemplo de cómo debe abordarse una historia de interés sin caer en los más manidos recursos dramáticos. Un biopic libre pero sentido, con un buen papel principal y una labor de dirección (los responsables de la música y la fotografía también se ganaron su sueldo) sólida. No sé si Gil seguirá dándonos más alegrías pero desde luego con esta ha conseguido hacernos (o hacerme) olvidar que empezó con un cortometraje interesante y naufragó con la lamentable "Nadie conoce a nadie". O dicho de otra forma: hemos ganado un cineasta a seguir.