Porque eso es todo lo que ofrece "Biutiful", un buen papel de Bardem encarnando a un hombre que debe lidiar con una ex-mujer, un negocio ilegal de inmigrantes chinos y un par de críos a su custodia. Qué dura es la vida en Barcelona, ¿verdad?. No se veía tanto drama desde las desventuras de Gabourey Sidibe en "Precious: Based on the Novel Push by Sapphire" (2009, Lee Daniels)

Iñárritu abandona la verdad de su tríptico con Arriaga (la notable "Amores Perror", la portentosa "21 Gramos" y su escalofriante "Babel) y se abandona a la porno-miseria más cobarde. Lo que antes era realidad ahora es panfleto firmado a tres manos. Y justo ese es el problema: los tres temas tratados en el film la hacen parecer un intento de collage social que no tiene solidez y entidad por si misma. Es una peli Iñárritu/Arriaga sin intercambiar personajes: los excesos hacen palidecer los aciertos. No funciona. Y es una pena porque Bardem se entrega y actores de nivel, como el siempre eficiente Eduard Fernández (uno de los más grandes de nuestro cine) tampoco se relajan. Pero lo hacen todo para nada: es un salto a un pozo sin fondo.

Tampoco es que Iñárritu se haya quedado tonto de golpe. Sigue teniendo visión, crea momentos buenos, rueda con decisión. La fotografía de Rodrigo Prieto convierte cada imagen en el Infierno terrenal. Hay poderío visual, pero mucha blandenguería en lo que verdaderamente había sido lo que destacaba en los films del mexicano: su guión. La marcha de Arriaga se hace notar a lo bestia: 150 minutos que se alargan, que no van a nada, y que acumulan tantos momentos escabrosos y tantas casualidades, y tanto tremendismo, y tanta chorrada innecesaria, que hacen que lo que podría haber sido uno de los grandes filmes del año se queden en la nada más absoluta. Bardem, sólo Bardem. Esto es "Biutiful".