"El llanero solitario" tenía la dura tarea de sobrevivir al legado de Gore Verbinski como facturador de blockbusters y como uno de los artesanos del cine de aventuras del nuevo siglo. El responsable de la trilogía "Piratas del Caribe" y la notable cinta animada "Rango" sale ahora al paso con una adaptación del serial radiofónico que ya tuvo sus incursiones cinematográficas en el pasado. Bien, el problema de base no es tanto la película en sí como ciertos elementos que no terminan de encajar. O dicho de otra forma: por muy buen cocinero que uno sea, si los ingredientes están malos... el resultado es imposible que sea bueno. Aquí pasa algo parecido en relación a ciertos elementos, que explican -además- el fracaso de la película no sólo en la taquilla nacional sino en Estados Unidos, donde ha sido un epic fail rotundo. Sí, la crítica tuvo mucho que ver haciendo sangre antes, durante y después de verla. Pero hay otros elementos a tener en cuenta.

El primero es el tono. Verbinski, el de la última década, se ha caracterizado por ofrecer relatos de aventuras con aliento épico en los que un personaje, quizá dos, llevaban el peso de la comedia para aligerar las tintas. En "El llanero solitario" el tono cómico esta mal marcado y que sea el protagonista el foco de los chistes, no ayuda. Sencillamente, no es un héroe que caiga bien, es bastante imbécil, torpe, naif. Si lo comparamos con los roles principales de Piratas del Caribe (inolvidable Jack Sparrow) o Rango, entenderemos el problema. Johnny Depp tiene un papel, claro está, uno más en el que se refugia bajo capas de maquillaje. Su construcción de Toro (o Tonto en v.o.) está bien, es simpático, aunque se le nota el cansancio. El registro es más sosegado que -por ejemplo- su Sombrerero Loco de "Alicia en el País de las Maravillas", lo cual es bueno porque se hace más soportable. En su labor de narrador funciona, eso sí. ¿Más problemas? La película es demasiado larga. Digo esto habiendo disfrutado de la trilogía de Piratas sin mirar el reloj. Primero en cine, y luego en casa.

"El llanero solitario" tiene así dos problemas: un protagonista que no cae bien (la culpa no es de Armie Hammer, va en la naturaleza del propio guión) y una duración excesiva, con un tramo intermedio en el que las escenas se dedican a contradecirse. Un tira y afloja que dice y desdice cosas alargando en demasía las cosas. Por suerte, llega su tercer acto y salva los muebles. Verbinski recupera su toque, tira de una melodía clásica como la Obertura de Guillermo Tell y entrega un par de setpieces enérgicas, que nos devuelven no sé si el gran cine de aventuras pero sí uno que merece mucho la pena, que nos devuelve a la infancia. Hans Zimmer aporta su toque épico a las composiciones y la cosa cierra de maravilla. Sus últimos 20 minutos son fantásticos y de haber sido todo así hablaríamos del blockbuster del verano. No es el caso, y por momentos flaquea, pero es una película que merece verse por su potente tramo final. Y no, no es tan mala como se ha dicho en Estados Unidos, lo que pasa es que, al contrario que otras, aquí se apuesta por cierto toque ligero y se está malacostumbrando a la gente a esperar cine oscuro y profundo. Ya ocurrió con el vapuleo a la estimable (y superior a esta) "John Carter" el año pasado, e imagino que seguirá sucediendo en 2014, y 2015... No todos pueden (ni deben) ser Christopher Nolan.