Patrick Hughes tras dirigir varios cortos, un western y una película de acción pura y dura con Stallone, toca ahora el palo de la comedia de acción en un film de guardaespaldas, asesino a sueldo y cruel dictador. La vida de Bryce (Ryan Reynolds) cambia de repente al morir un cliente al que protegía, unos años más tarde trabajando en casos de poca monta, le envían proteger a un asesino a sueldo llamado Darius Kincaid (Samuel L. Jackson) que debe testificar en un juicio contra el presidente dictatorial de Bielorrusia de nombre Vladislav Dukhovich (Gary Oldman). Al visionar la película, sobre todo en la media hora, no he notado ni buenos chistes ni siquiera una gran química entre los dos actores principales. La película se estanca por momentos con alguna escena de disparos y vuelve a lo mismo, al bucle constante de muletillas y chascarrillos sin gracia, solo saben hablar de sus parejas con algún que otro flashback. La acción se maneja mejor que el humor aquí expuesto, son dos géneros que se oponen de manera irremediable en el filme de Hughes. La propuesta de película que nos meten con calzador no es para nada un producto que sobresalga, no promete con lo que nos venden en entretenimiento o acción a raudales. El filme sobrepasa lo que incumple y que su duración sea casi de dos horas, pues a la hora bostezaba, me llevó al más absoluto de los aburrimientos. He visto que tiene una secuela con los mismos actores y otros también conocidos como Antonio Banderas o Frank Grillo, pues no pienso verla por lo de segundas partes nunca fueron buenas.