Cuentecito macabro que me ha gustado bastante. Desarrollado de forma minimalista: dos protagonistas, una sospecha, pocos escenarios, un par de días y un gato, es un juego psicológico de hechos, sugerencias, antecedentes, ideas, corazonadas, lógica y bufidos de gato. Y donde se plantea un suspense y una pregunta o varias relacionadas: ¿las personas son lo que parecen?, ¿qué anda por la cabeza de las personas?, ¿los locos, lo son o solo lo parecen?, ¿y podemos detectarlos con nuestra razón? ¿o nos fiamos del gato?

Y el espectador es la “victima” de todo eso porque, con su poquita guasa y su mucho humor negro, el director nos mete en ese juego del ratón y el gato, sin saber quién es qué y si estamos paranoicos o no… Lo único que está claro es que, si confiamos en la lógica de lo que vemos y las simpatías o afinidades que nos propone, siempre iremos por delante, o sea, perseguidos por el gato Sorín que nos zampará sin saber cómo…

En fin, que al final salimos del laberinto, del experimento o de la película, como quieras llamarlo, sonriendo y con un buen zarpazo de advertencia: si el gato huye, tú no lo pienses, y desaparece…