Haz click aquí para copiar la URL
España España · Madrid
Voto de paki:
10
Drama Kanji Watanabe es un viejo funcionario público que arrastra una vida monótona y gris, sin hacer prácticamente nada. Sin embargo, no es consciente del vacío de su existencia hasta que un día le diagnostican un cáncer incurable. Con la certeza de que el fin de sus días se acerca, surge en él la necesidad de buscarle un sentido a la vida. (FILMAFFINITY)
30 de agosto de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El señor Watanabe recibe un día la noticia de que va a morir pronto y descubre, aterrado, que lo que más le asusta no es su muerte sino la certidumbre de que nunca ha vivido. Ha pasado por el mundo agotando una serie, que parece infinita, de días y años sin hacer nada importante para él ni para nadie.

Es un funcionario público aburrido, rutinario y complaciente con un sistema de trabajo que parece basarse exclusivamente en mover, repartir y acumular papeles de un despacho a otro. También ha cuidado solo a su hijo con el que descubre que no tiene nada en común y que se ha ido alejando tanto de él que no le echará de menos cuando muera.

Y le inunda la desolación. ¡Tanta fatiga y tanto tiempo perdido que no le ha aprovechado a nadie! Todo su fracaso podría resumirse en una hermosa y triste frase: "llevo veinte años sin contemplar una puesta de sol", con una terrible afirmación final "y ahora no tengo tiempo". Porque no tiene tiempo pero tiene prisa.

De repente, a la carrera, intenta recomponer el vacío que fue su vida. La amistad y las fiestas que no se pudo permitir en su vida solitaria de hombre viudo, padre responsable y funcionario eficiente. El amor que postergó porque no parecía importante en la sucesión de una vida diaria programada de antemano. El respiro que no se tomó, los amaneceres y las puestas de sol que existieron sin tenerle en cuenta...

Pero todo eso tampoco parece servir para justificar su paso decisivo, personal y único por el mundo, hasta que, de pronto, descubre que todo estuvo siempre a un centímetro de su mano, en su mesa, abarrotada de asuntos urgentes o sin importancia, que su rutina y la desidia burocrática habían convertido en papeles muertos. Y, un día cualquiera, el señor Watanabe cogió uno de ellos, cualquiera, y puso todo su empeño, su interés y sus últimas fuerzas en concluir algo que a nadie parecía importar. Lo hizo, no como si fuera su último trabajo antes de morir, sino como si le fuera la vida en ello. Su permanencia, su huella, su legado, su justificación por haber vivido.

Se trataba, también, de un parque cualquiera. Un rincón insignificante, perdido en una gran ciudad. Apenas unos columpios, unos bancos y un espacio, cualquiera, que no existirían si él no hubiera existido. Aunque no llevará su nombre. Aunque, seguramente, le escamotearán su mérito. Aunque, con el tiempo, nadie sabrá quién lo hizo posible. No importa. Él lo supo, aún enfermo y viejo, columpiándose feliz, libre y satisfecho, cantando, sin nostalgia, en medio de la lluvia su canción favorita.

Adoro a Kurosawa, la verdad. De qué forma tan sutil, sabia, triste y dulce es capaz de estrujarte el corazón hasta la última gota sin que te importe siquiera...
paki
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow