Kitano tiene la capacidad de rizar el rizo de sí mismo, esta es la prueba. Se ríe de él pero más de su público. ¿Tanto me admiráis?, pues tomad.
Acostumbrados ya a las particulares idas de almendra de este megalómano, en esta ocasión cruza las fronteras que nunca se deben cruzar y rompe la regla de oro de toda película. El film aburre y estás esperando que se acabe de una vez. Ya está bien de aguantarle paranoias oníricas al amigo, si es otro lo envías a freír espárragos, pero a este, "por ser vos quien sois", se le perdona, de momento.
Porque como la siguiente vaya por este camino vamos a comenzar a cuestionarle seriamente.
Takeshi gasta aquí muchos cartuchos del lujo que se puede permitir como reputada estrella. Cuidadín, así no.
Si pretendes descubrir Kitano a alguna amistad no lo hagas con esta película o te mandará al cuerno.
Únicamente soportable y comprensible para los admiradores que han, o hemos seguido su carrera. Para los que conocemos su infinito ego. Hummmmm.