Genial e irrepetible, los años 20 fueron lo que fueron. Este retrato de esta ampulosa decadencia es mucho más que eso. Como película lo tiene todo, producción cuidadísima, oh, qué mansión, los actores inmejorables, reconozco mi pasión por Holden. De la Swanson ni hablar, por encima incluso del papel, y el gran secreto de la película, Erich Von Stroheim, un personaje que confiere mucha más alma a esta maravilla de lo que parece.
Wilder era muy listo, sacaba petróleo de las piedras. Seguramente fue el paralelismo de la relación en la vida real entre Von Stroheim y la diva Marlene Dietrich, en el zénit de su vida, lo que inspiró al genio. Al parecer la película es un reflejo de todo aquello.
Sea lo que sea este film es sublime, de obligada visión, de máximo disfrute. Transporta a donde otros no lo hacen, te envuelve con su corrupta y decadente magia. Es de esas películas donde vale la pena meterse hasta el fondo de la historia y vivirla desde dentro. Cuando acaba se necesitan unos minutos para volver al mundo real.
Calificada como obra maestra, sin duda.