Esto sí es cine, ¡Concha su madre! Desde el momento que nos topamos con los créditos iniciales y con tomas de las calles de Hollywood, mientras suena una perfecta melodía, sabemos que nos vamos a topar con una película sin igual, con poesía convertida en imágenes y en escenas.

Billy Wilder con maestría nos hace partícipe de la locura de una ex estrella de cine llamada Norma Desmond (Gloria Swanson), nos sumerge en su miseria, en su auto compasión, en sus recuerdos del ayer, en su solitaria vida. Nos damos cuenta como una persona puede alejarse de la realidad y crear su propio mundo, un mundo aparte, un mundo donde ella misma sea su única acompañante y su Dios.

Vemos cómo era la industria del cine de esos tiempos. Cuando el cine se inició los actores era muy mal pagados y el oficio de actor era muy mal visto, pero en un corto tiempo todo cambió. El cine mudo se popularizó y todos amaban a aquel grupo selecto de actores que salían en las pocas películas que se rodaban en esos tiempos. Si nos damos cuenta, en una película solo salían cinco personas en promedio. En esos tiempos se había dejado de lado los teatros, los circos, lo nuevo y la moda era el cine, era lo único que había, no existía el internet ni el VHS, ni el DVD ni los blu ray. El público no se fijaba en los efectos especiales, ni en los diálogos, ni en los colores, sus ojos solo estaban puesto en los rostros y cuerpo de los personajes, en cada gesto, en cada mueca, en cada exagerado movimiento. Un actor en esos tiempos era un Dios.

Quizá fue muy mala suerte para Billy Wilder haber rodado esa película el mismo año que All about Eve, es muy probable que haya ganado más que tres premios de la Academia, pero bueno, competir con una obra maestra es muy difícil. Por otro lado, sería muy mezquino no mencionar a otra persona que el director: William Holden (Joe Gillis), Gloria Swanson, Erich von Stroheim (Max) y Nancy Olson (Betty Schaefer) se lucieron con sus interpretaciones, le dieron vida y sentido a aquel guión.