Insólita, peculiar, disparatada e irreverente comedia. Esta película no le tiene nada que envidiar a los grandes éxitos de Kevin Smith, para nada. Jason Lei Howden debutó a lo grande con esta pequeña obra maestra, llena de metal, zombies y situaciones hilarantes.

Esta producción neo zelandesa se distingue por su reparto conformado por actores totalmente desconocidos pero con una frescura y un talento tan de cine independiente que lograron robar muchas carcajadas a los espectadores: el dúo de Milo Cawthorne (Brodie) y James Blake (Zakk) es estupendo, se notó la gran química entre ellos, por otro lado, la sensual Medina (Kimberley Crossman) y los nerds Dion (Sam Berkley) y Giles (Daniel Cresswell) fueron los personajes secundarios que completaron esta locura.

Si crees que una canción metal puede abrir portales del inframundo y traer a demonios y hacer sangrar a la gente, pierdes el tiempo o no entendiste nada. Esta película es una sátira a la cultura metalera, su pose y el prejuicio con la que es vista. La escena en la que Brodie vestido de negro con la cara pintada como portada de discos metal mientras come un helado junto a Medina, sentados en una banca en medio del parque, fenomenal, eso describe toda la película.