Hay ocasiones que uno no sabe bien lo que se esta viendo; si una obra de arte o una excusa para intentar ser más que el tiempo presente; que se debate, se bascula, el juicio baila irreverente hacia los dos costados, pero jamás queda en tablas, siempre se adjudica la victoria y acaba la batalla.
Tabu arriesga en un abismo donde no puede salir indemne porque cada momento es un juicio, una guillotina a punto de caer, que sube y baja pero no se suelta, aunque al principio parezcan forzados los diálogos, las posturas, ese blanco y negro que tan poco tiene que ver con el dia a dia, luego llega y queda la soledad, esta soledad y ya no suelta, entonces la ausencia de color tiene sentido y entonces la ausencia de vida también, maldita soledad, perra vida, que muerde y no libera.
Y casi cuando dormitabamos tranquilos en el juicio, en una decisión ya escogida, llega Àfrica y ya nada es lo que acostumbra, nadie nos habló así, pero trae memorias de las mejores historias que contaron del continente, de esos amores que se dan allí y nada más. Tiene eco y tiene voz, como de un cuento de infancia, de palabras de abuela que trasportan.

Se pueden alterar todas las formas, las normas, todos los establecidos, se puede cambiar el como se dice, como nos llega, ¡Que cambien todo, que lo reinventen, que me obliguen a dudar de lo que veo, de si es una tomadura de pelo o una genialidad, que jueguen con todo, conmigo! Porque cuando la casa esta del revés, y no encuentro las llaves, sigo pudiendo entrar, perqué el cine entonces se muestra capaz de abarcar todo, de ser más que cada pequeña cosa, cada elemento que lo intenta definir.
Hazme lo que quieras y seguire siendo yo, tan yo que llorarás seguirme encontrando en todos los caminos, porque soy todos los destinos.