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Voto de Ehavled Jef:
10
7,2
3.570
Drama. Thriller
Dorian Gray (Hurd Hutfield) es un joven aristócrata muy atractivo que vende su alma al Diablo a cambio de la eterna juventud. Gracias a una invocación consigue que sea el retrato que le ha hecho su amigo Basil Hallward (Lowell Gilmore) el que sufra el proceso natural del envejecimiento. (FILMAFFINITY)
3 de mayo de 2010
25 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Oscar Wilde (1854 -1900), el autor que escribió la novela "El retrato de Dorian Gray" (1890) fue una persona muy ingeniosa, con un gran don para componer máximas y aforismo bastante filosóficos y profundos. En el presente filme los diálogos recogen una gran variedad de su talento en ese sentido. Por ejemplo:
+ Sufrimos por los dones de los dioses y temo que Dorian Gray tenga que pagar por su belleza.
+ Me gustan las personas más que los principios, y las personas sin principios más que nada en el mundo.
+ Si somos felices somos buenos, pero el que es bueno no siempre es feliz.
+ Para conocerte tendría que verte el alma, pero sólo Dios puede hacerlo.
Y concretamente, hablando de alma, podemos decir que "El retrato de Dorian Gray" es una novela sobre un hombre que vende su alma a la Influencia oscura, invisible y negativa (que quizás nos rodee a la par con la lúcida, invisible y positiva), a cambio de gozar aquí y ahora de ese gran poder que es atraer, fascinar, encantar a los otros seres humanos. ¡Nos sentimos tan bien cuando atraemos, cuando fascinamos, cuando encantamos a los demás, que puede que no haya un goce mayor que ése! Ahora bien, cuando el caballero Dorian Gray desprecia su alma (la vende) por darle absoluta prioridad o preferencia a su cuerpo, es un joven todavía sin madurar, sin la suficiente racionalidad que se adquiere con el vivir, las adversidades y el ir envejeciendo; por lo cual él piensa aún muy superficialmente, a ras de piel, que el máximo poder de atraer, fascinar, encantar lo tiene la juventud, el hecho de ser físicamente joven —aquí juventud equivale además a belleza—.
Se llevará un chasco, dado que conllevamos un saber profundo de seres trascendentes, que nos dice que el alma es más relevante que el cuerpo, que hay que cuidarla con esmero pues quizás sea anterior y posterior al cuerpo, de modo que cuando éste cumple su rápido ciclo de nacer, crecer y ponerse esplendoroso, pronto el organismo se decanta por el deterioro, un día sin más deja de funcionar y perece. Así pues, para alguien que tenga nociones de metafísica o simplemente fe religiosa, el alma merece una mayor prioridad que el cuerpo.
Claro está, siempre y cuando uno no piense que el alma está en el cerebro sin más. Y si se piensa tal cosa, al menos no cerrarse a la posibilidad —como le he dicho en más de una ocasión a Eduardo Punset y su entorno cientifista— que también cabe la realidad de que el cerebro esté en el alma y que dicha realidad preceda a la de "el alma está en el cerebro".
Sin duda que todas estas reflexiones y otras muchas, emergen leyendo o viendo esta profundísima obra de Oscar Wilde.
Para mí, la película que nos ocupa, dirigida por Albert Lewin, en blanco y negro con determinador toques de color para resaltar el quid de la cuestión, es merecedora del calificativo: ¡Excelente! Ninguna otra versión posterior, hasta la fecha, la ha superado.
+ Sufrimos por los dones de los dioses y temo que Dorian Gray tenga que pagar por su belleza.
+ Me gustan las personas más que los principios, y las personas sin principios más que nada en el mundo.
+ Si somos felices somos buenos, pero el que es bueno no siempre es feliz.
+ Para conocerte tendría que verte el alma, pero sólo Dios puede hacerlo.
Y concretamente, hablando de alma, podemos decir que "El retrato de Dorian Gray" es una novela sobre un hombre que vende su alma a la Influencia oscura, invisible y negativa (que quizás nos rodee a la par con la lúcida, invisible y positiva), a cambio de gozar aquí y ahora de ese gran poder que es atraer, fascinar, encantar a los otros seres humanos. ¡Nos sentimos tan bien cuando atraemos, cuando fascinamos, cuando encantamos a los demás, que puede que no haya un goce mayor que ése! Ahora bien, cuando el caballero Dorian Gray desprecia su alma (la vende) por darle absoluta prioridad o preferencia a su cuerpo, es un joven todavía sin madurar, sin la suficiente racionalidad que se adquiere con el vivir, las adversidades y el ir envejeciendo; por lo cual él piensa aún muy superficialmente, a ras de piel, que el máximo poder de atraer, fascinar, encantar lo tiene la juventud, el hecho de ser físicamente joven —aquí juventud equivale además a belleza—.
Se llevará un chasco, dado que conllevamos un saber profundo de seres trascendentes, que nos dice que el alma es más relevante que el cuerpo, que hay que cuidarla con esmero pues quizás sea anterior y posterior al cuerpo, de modo que cuando éste cumple su rápido ciclo de nacer, crecer y ponerse esplendoroso, pronto el organismo se decanta por el deterioro, un día sin más deja de funcionar y perece. Así pues, para alguien que tenga nociones de metafísica o simplemente fe religiosa, el alma merece una mayor prioridad que el cuerpo.
Claro está, siempre y cuando uno no piense que el alma está en el cerebro sin más. Y si se piensa tal cosa, al menos no cerrarse a la posibilidad —como le he dicho en más de una ocasión a Eduardo Punset y su entorno cientifista— que también cabe la realidad de que el cerebro esté en el alma y que dicha realidad preceda a la de "el alma está en el cerebro".
Sin duda que todas estas reflexiones y otras muchas, emergen leyendo o viendo esta profundísima obra de Oscar Wilde.
Para mí, la película que nos ocupa, dirigida por Albert Lewin, en blanco y negro con determinador toques de color para resaltar el quid de la cuestión, es merecedora del calificativo: ¡Excelente! Ninguna otra versión posterior, hasta la fecha, la ha superado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El protagonista Dorian Gray, guarda su endiablado cuadro-prueba de la venta de su alma a costa de tener un radiante cuerpo, en un cuarto trastero donde hay abandonadas cosas de su infancia. Allí, junto al cuadro envejeciente, ve y le hace de voz de la conciencia, un recuerdo infantil donde luce grabada la rima "Little boy blue, come blow your horn", la cual pertenece a la tradición oral de países de habla inglesa, que suele usarse con los niños de corta edad. O sea, esta rima representa un mensaje de ese tiempo atrás en que cualquiera es un niño pequeño y por lo mismo, celestial, inocente y más en manos del cielo que en manos del infierno. Esta canción para niños dice así:
«LITTLE BOY BLUE
Come blow your horn,
The sheep's in the meadow,
The cow's in the corn.
Where is the little boy
That tends the sheep?
He's under the haystack,
Fast asleep.»
(PASTORCITO o NIÑO AZUL
Ven y haz sonar tu cuerno,
las ovejas están en el campo,
la vaca en el maizal.
¿Dónde esta el pastor que cuida las ovejas?
Él está dormido debajo del heno.)
Puede que sea toda una señal de que es preferible hacerse de nuevo un débil niño en manos de lo celestial, que emperrarse en ser un poderoso adulto echado en manos de lo infernal.
Fej Delvahe
«LITTLE BOY BLUE
Come blow your horn,
The sheep's in the meadow,
The cow's in the corn.
Where is the little boy
That tends the sheep?
He's under the haystack,
Fast asleep.»
(PASTORCITO o NIÑO AZUL
Ven y haz sonar tu cuerno,
las ovejas están en el campo,
la vaca en el maizal.
¿Dónde esta el pastor que cuida las ovejas?
Él está dormido debajo del heno.)
Puede que sea toda una señal de que es preferible hacerse de nuevo un débil niño en manos de lo celestial, que emperrarse en ser un poderoso adulto echado en manos de lo infernal.
Fej Delvahe