Qué gusto da ver una película histórica que, además de indiscutiblemente lograda en sus aspectos estéticos. trata un tema sensible y apasionante para cualquier persona un poco culta: el martirio de un primer ministro que, por lealtad a sus ideas, se enfrentó a su rey, aquel tirano barbazul que rompió con el papa universal para hacerse papa de Inglaterra él mismo, y lo trata con máxima objetividad, con rigor, con ausencia de todo prejuicio o anacronismo contemporáneo, justo al revés de lo que les pasa a la inmensa mayoría de los films históricos actuales.
Y qué decir sobre el "brillante" comentario que figura aquí del crítico Augusto M. Torres... ¡Le aburrió la película!
Claro. Si escribes en El País, ¿cómo te va a interesar una película de asunto tan católico?
Es eso, cuestión de cultura histórica, de cultura profunda. Justo lo que le falta a ese critico y a tantos otros "umanisti".