Tienen razón los muchos críticos de esta página que tildan de chapucero su guion: la intriga es forzadísima de cabo a rabo (¡basta ya de criminales torpes, de policías romos y de ciudadanos particulares que lo averiguan todo con tanta intuición como intrepidez); tampoco el actor principal, Van Johnson, es ninguna maravilla. Pero, aun así. la película funciona y encandila de tal manera al espectador que, si lo que quería era únicamente pasar un rato agradable presenciando una historia criminal, terminará francamente satisfecho, a pesar de la alta dosis de convencionalismo que le han metido.
¿Dónde esta la explicación?
Elemental: monte usted unas nostálgicas imágenes de Londres, años cincuenta, con muchos vistas del Támesis y sus puentes, con mucha niebla y muchos chaparrones, con el descubrimiento de un asesinato no cometido sino por cometer, con unos cuantos personajes elegantes, educados, flemáticos todos (excepto el atormentado protagonista ciego) y... ya está. Hay veces, no siempre, por desgracia,, en que una buena ambientación lo es todo en el cine. ¿También es esto cine de evasión?