Un accidente de tráfico conecta la vida de los protagonistas: Henry (Ryan Gosling), involucrado en el incidente, pasa a manos del psiquiatra Sam Forster (Ewan McGregor), encargado de realizar su seguimiento. A su vez, Sam mantiene una relación con una antigua paciente suya, la artista Lila (Naomi Watts), quien será partícipe de los acontecimientos surgidos a raíz de la aparición de Henry.

A pesar de que la historia puede parecer simple en su planteamiento, el director Marc Forster se encarga de cambiar la opinión de cualquiera que crea que se trata de una historia sencilla y de fácil traducción al lenguaje cinematográfico. Con este propósito y partiendo de un relato salido de la mente de uno de los creadores de la serie Juego de Tronos (2011 – actualidad), emplea recursos estéticos y narrativos que convierten al filme en un ejercicio de estilo.

Desde el punto de vista estético, Tránsito destaca por la introducción de numerosos elementos, comenzando por unos encuadres que concluyen en planos de interesante valor visual. La dirección de arte destaca gracias a la incorporación de líneas, tanto verticales como horizontales, en la mayoría de planos de la película, dividiendo el espacio y encuadrando por partida doble a los personajes. Los constantes cambios de atmósfera son resultado de la combinación de una fotografía cálida y saturada teñida de rojo y naranja con una fotografía más neutra, donde los blancos se presentan más puros. La dirección de fotografía junto con la incorporación de espejos y sus reflejos, favorece la creación del dualismo reinante en toda la película, que termina por convertirse en un protagonista más de la historia.

A todo ello han de sumarse los recursos de estilo que dotan de carácter a la obra. La cámara experimenta un continuo cambio de angulación y posición a lo largo del metraje, llegando a saltar el eje durante las conversaciones de los personajes con la intención de otorgar mayor o menor relevancia al punto de vista representado a cada lado del mismo. De este modo, el director juega en todo momento con el espectador, tanto desde la narrativa como la estética, contribuyendo a la aparición de una mirada crítica y desconfiada respecto a lo que se narra y aparece en pantalla, que termina aproximándose al surrealismo.

En definitiva, Tránsito es una película que no deja indiferente. Tanto la historia narrada como la intromisión de los personajes en los diferentes puntos de vista son elementos que se suman al interesante estilo que Marc Forster muestra en cada uno de los planos que componen el metraje y que, sin duda, se convierte en un componente esencial del filme.

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